Hace poco participé de un conversatorio en el que sin ser el
tema central, se dijo que “la pérdida de valores en la juventud actual se debe
a la eliminación de la asignatura de Cívica en la escuela”.
Es común escuchar
a padres de familia y docentes que “los
valores se practican poco”, “que se vive en una sociedad carente de valores”,
responsabilizándose unos a otros de no asumir el compromiso en la tarea de
formar valores. Paulo Freire expresa que “Los
maestros esperan que los
padres de familia envíen a sus hijos a la escuela mínimo con el valor del
respeto, y los padres de familia esperan que el maestro sea quien haga que los
niños aprendan lo que es el respeto”.
La formación cívica no es una preocupación reciente.
Patriotas como Espejo, Montalvo y Alfaro ya anticiparon que la emancipación y
la democracia dependen de la preparación moral y cívica de la juventud para
participar activamente en ella.
Tampoco es novedad que la política ecuatoriana atraviese
momentos de crisis. Todos los medios
de comunicación difunden acusaciones de corrupción y abusos del
oficialismo y de éste a la oposición, lo cual incide en la perdida de la credibilidad
en la niñez y juventud y entre los que confiamos en que la actividad política
de unos y otros debe ser la herramienta para la transformación y el desarrollo
de nuestro país.
Si bien anteriormente
la Educación Cívica en la escuela fue abordada de manera central, el hecho de
que en la actualidad no aparezca en el currículo no significa que se haya
eliminado. En realidad, desde la reforma de la década del noventa se sugiere
que muchos de sus contenidos, sobre todo los que se refieren a valores cívicos como
el amor a la patria y el respeto a las instituciones, sean tratados de manera
transversal a todas las actividades escolares.
Lo cierto es, que los jóvenes -que pronto serán nuestros gobernantes-
muestran poco interés por la realidad nacional. Quizá una de las causas sea la
alienación cultural a través de los medios de comunicación. Por ello, es imprescindible
desde la escuela acercar nociones y conceptos de civismo, junto con generar espacios
de análisis y reflexión sobre temas reales, los cuales deben ser parte explícita del proyecto
educativo. Así se ayudaría a formar una generación crítica y propositiva
que tome parte de las discusiones que
debemos tener como país.