Se cumplen ocho años de la revolución ciudadana. Durante los últimos
cuatro sus “lideres” han hecho gala de una política populista y a
la par autoritaria. Ningún sector ha escapado a la sonrisa satírica y a la humillación
de parte del Mashi Presidente por el sólo hecho de no uniformar su pensamiento
del color de sus ideales, a quienes, cada sábado se
los tilda como la mediocre partidocracia causante de la larga noche neoliberal.
Que se han realizado obras y obras
sería inútil desconocer. Que se ha creado una elevada imagen reconocida en el
ámbito internacional es cierto. Pero también lo es de tinte electoralista y con
una fuerte alianza con los sectores de la burguesía y de la criticada partidocracia,
que presuntamente son los que diseñan la política de corte presidencialista, revanchista
y autoritaria, la cual es respaldada incondicionalmente por militantes y
adherentes fanáticos que han inflado la burocracia estatal.
Que se anuncie el alza salarial a una
parte del sector público y que luego se la derogue argumentando la caída de los
precios del crudo, no creo que sea demasiado malo. Si lo es, que por
revanchismo con parte de la dirigencia indígena se pretenda arrebatarles la
casa de la CONAIE. Local al que la propia dirigencia de PAIS ha llegado
precisamente a hacer proselitismo político, ellos han relevado en más de una
ocasión la importancia de la lucha histórica de los pueblos originarios en el
proceso de liberación nacional.
El relativo o exagerado éxito parece
que a la par del precio del petróleo va en caída. Creo ha llegado hasta aquí. La
alucinación revolucionaria los delata neo colonizadores capaces de despojar los
derechos ancestrales de los pueblos y de eliminar cualquier obstáculo que pueda
oponerse a su proyecto modernizador del estado capitalista.
El Gobierno a través de la Ministra de Inclusión Económica Betty Tola de
momento ha dado marcha atrás al abusivo anuncio del pasado 11 de diciembre. Quizá
embriagados de confianza, no contaron con la unidad y firmeza del movimiento
indígena para defender la casa y su organización, no tanto como un bien físico,
sino como un espacio simbólico de lo que han representado sus luchas y resistencia
milenaria contra el colonialismo para los pueblos y nacionalidades.