Septiembre en el Ecuador es el mes del federalismo, mes en el que se recuerdan 155 años de la gesta de
Manuel Carrión Pinzano, mes de la autodeterminación, la libertad y la defensa
de la patria. Precisamente cuando el país atravesaba un triple desgobierno y la
invasión del militarismo peruano, el cabildo lojano tomó la histórica decisión
de establecer un sistema político para dirigir y administrar nuestra jurisdicción.
Pío
Jaramillo Alvarado, destaca que el mayor logro del federalismo lojano de 1859, es
el hecho de “poner fin al sistema departamental y dar a las provincias la
categoría gubernativa a que tenían derecho". Sin embargo es significativo
recordar que en el poco tiempo que duró el gobierno federal, se creó el Tribunal
Supremo de Justicia, se forjaron las bases de la Universidad lojana, se
habilitó el puerto de Jambelí, se redujeron los impuestos y se administró con
autonomía las pocas rentas de la provincia.
Cada
septiembre y no pocas veces se oculta este acontecimiento cívico y patriótico,
con la actividad ferial, con la fe religiosa, con la elección de “reinas”,
etc., y no se da la importancia real que merece el histórico Gobierno Federal
de Loja, menos aún se reconoce en Manuel Carrión Pinzano al salvador de la Patria
y ejemplo de unidad, patriotismo y libertad.
En
estos días se repetirá con vehemencia discursiva que ya tenemos patria, que la
patria es de todos, que ésta es altiva y soberana. Pero ni lo uno ni lo otro. Puesto
que aún se irrespetan los derechos ciudadanos y sociales. Aún no se vive
plenamente la vigencia del derecho a la seguridad, a la salud, a la educación,
al trabajo.
Una
patria altiva y soberana como la soñada durante el federalismo lojano, en la que,
aunque temporalmente a los sectores populares se le brindó la posibilidad de
día a día disfrutar plenamente de una libertad diferente a la de las clases
dominantes o de turno en el poder, conlleva que se refuercen las oportunidades
de ampliar la acción solidaria, promover la participación social, la defensa de
los derechos y garantías constitucionales, implica sobre todo perder el miedo e
incorporarse a la lucha constante más allá del precio que encierra enfrentar a
las realidades que la impiden.