A partir del triunfo de la revolución cubana, en el
movimiento obrero, campesino y estudiantil de América latina, creció el fervor
revolucionario en pro de una auténtica liberación y soberanía de los pueblos
para mejorar sus condiciones de vida.
El bondadoso sistema capitalista desde EE-UU trazó
una serie de “programas de solidaridad” dirigido hacia los sectores populares
que en medio de la riqueza de sus recursos naturales se empobrecía cada vez
más.
Uno de esos programas, fue “Alianza para el
progreso” que entre los años sesenta y setenta del siglo pasado, tuvo la
verdadera misión de contrarrestar la influencia de la revolución cubana en los
pueblos latinoamericanos y apoyar las medidas reformistas que sus lacayos de turno
llevarían a cabo. Medidas como, una
reforma agraria en función de la productividad agrícola, fomento del libre
comercio entre los países, modernización de las vías de comunicación, acceso a
la vivienda, salud y educación, entre otras; pero siempre sin lesionar los
intereses transnacionales y el modelo neoliberal.
De alguna manera diríamos, que “Alianza para el
Progreso” cumplió con el objetivo de detener la lucha popular de nuestros
pueblos. Hoy son las ONGs, como la USAID, las encargadas de continuar con la tarea.
En nuestro país, a partir de 1978-1980 en los
períodos de elecciones, los “líderes y activistas progresistas” de ONGs se unen
para apoyar las campañas de candidatos abiertamente partidarios del
neoliberalismo; obviamente, más allá de esperar que tras el triunfo puedan
recibir puestos dentro del nuevo gobierno, su primordial tarea es la de
utilizar su experiencia organizacional y discurso progresista para controlar el
reclamo popular.
En general las ONG se convirtieron en "el
rostro solidario" del neoliberalismo y se comprometieron íntimamente con las clases dominantes para
apoyar su labor de adormecimiento. En la práctica, de los miles y miles de
dólares que el imperio abona a las ONGs, “menos del 18% llega a los supuestos
beneficiarios”, porque el resto sirve para financiar infraestructura, los salarios
de la burocracia de clase media que vive de la “cooperación” y para quebrantar la
lucha y unidad de los movimientos sociales de izquierda.