domingo, 11 de mayo de 2014

“Esa mujercita que ves con el pelo blanco…”



Esa mujercita que vez con el pelo blanco... esa es la mujer que quiero y más quiero por que yo una vez fui dolor de su sangre... 
Me viene a la memoria los días escolares, cuando las madres llegaban a la escuela con una mirada de ilusión y volcaban su ternura en agradecimientos por las canciones, abrazos, tarjetas y flores que entregábamos por su día, por su Gran Día.
Sin embargo, es curioso constatar como año tras año, el sistema y el comercio han convertido este hermoso día en una fiesta pagana de todo un mes; mientras todo el año, casi pasa desapercibido el tema de la salud y pobreza de las madres solteras y trabajadoras. Todavía se hace poco, por lo que ellas realmente se merecen.
Parece que la sociedad y el gobierno tuviesen la impresión que la maternidad es una especie de milagro que garantiza automáticamente a las mujeres la felicidad por el simple hecho de ser madres. Nada más alejado de la realidad. Hace falta reconocer que las mujeres, especialmente las de los sectores populares, durante el embarazo, el parto y el posparto, a más de los cuidados de salud,  necesitan que el Estado les garantice trabajo, la erradicación de la violencia intrafamiliar y de las inequidades económicas y sociales que son las que determinan el anhelado buen vivir.
No tiene sentido una celebración del Día de la Madre, mientras cientos de niñas y adolescentes ven en el suicidio la única salida para solucionar un embarazo impuesto por violación, estupro, ligereza o inocencia, ante el silencio y complicidad de fanáticos religiosos y políticos charlatanes que aprueban leyes dogmáticas atribuyéndose la potestad de disponer sobre la vida y la muerte de las mujeres, para quienes sigue latente el debate, entre la disyuntiva de decidir entre morir de una hemorragia o ir a la cárcel por practicarse un aborto terapéutico.
En fin… éste especial día, vaya el saludo fraterno a las madres trabajadoras, empleadas públicas, obreras, campesinas, indígenas, amas de casa, que con su elevada sensibilidad social y conciencia de clase, día a día levantan banderas de dignidad exigiendo sus derechos que pretenden ser ignorados.
Vaya también, el merecido homenaje a la madre heroica que, en no pocas veces, como la “Madre” de Máximo Gorki, con lágrimas en los ojos por la encarcelación, persecución o desaparición de sus hijos, sin amilanarse, luchan por la construcción de la patria soberana y por mejores condiciones de vida para todo el pueblo.