martes, 14 de abril de 2020

A propósito del Día del Maestro


Empezaré expresando mi gratitud a quienes exponiendo su vida, hacen todo lo posible por salvar la nuestra. Desde los que prestan la atención médica a las personas contagiadas por el coronavirus, hasta quienes se esfuerzan desde otras esferas del trabajo, para contener el avance de esta pandemia, librando sus propias batallas para proteger a todos los ciudadanos.
Es una tarea urgente la de asegurar “que los alumnos no pierdan el contacto con los procesos formativos en el tiempo que dure la cuarentena y las actividades presenciales estén suspendidas”. No voy a menoscabar lo que se viene realizando desde el Ministerio de Educación, por ofrecer los diversos recursos para hacer más eficaz el acompañamiento educativo en el seno de las familias. Sin embargo, se tiene que tener claro que, la educación virtual, ni las herramientas tecnológicas disponibles para ofrecer contenidos y destrezas a docentes y estudiantes, podrán substituir de inmediato a la educación presencial.
Imponer este cambio bajo el supuesto -posiblemente real-, de que no se volverá a las aulas creo es un grave error. Es que el tránsito de la educación presencial a la virtual no puede ser automática, requiere sobre todo de competencias que no se obtienen de la noche a la mañana, no es solamente de ganas o de entusiasmo, requiere de mucho más tiempo que el de la cuarentena para que los estudiantes estén preparados a incorporarse a este nuevo sistema para ellos. Y no digo que hay que oponerse a la educación virtual, hay que impulsarla.
Por otro lado, hay que aprovechar las experticias y experiencias de académicos y maestros jubilados, para brindar apoyo a los docentes. Me consta como los y las docentes hacen un esfuerzo valioso atendiendo a familias y estudiantes bastantes pobres, -sin posibilidades de acceso a una computadora y menos a Internet- para responderles y asesorarles con creatividad las tareas, demostrando su vocación y la voluntad de servir, y de “servir bien a quienes menos favorece este sistema”.
Con ocasión del 13 de Abril, Día del Maestro, en homenaje al gran escritor y poeta ambateño Juan Montalvo, pero también para resaltar la lucha de maestros y maestras que entregaron su vida defendiendo la educación pública y los derechos del pueblo. Se han echado flores y elogios por todos los medios, frases demagógicas de las autoridades, que en nada se compadecen con la realidad en que se desarrolla la educación y se trata al magisterio: inestabilidad, persecución, amenazas, desvalorización de la profesión, etc.
No es momento para regocijarse, me dice un colega, que por el contrario “le hierve la sangre de indignación”. No hay motivo para celebraciones. Los maestros solamente exigimos un trato digno. Nuestra labor docente pasa desapercibida, porque obra en lo cotidiano generando dignidad, conocimiento, reflexión y crítica para la emancipación de las personas y de los pueblos.
Basta de considerarnos “héroes de vocación”, les cuestionamos y exigimos, porque aún en medio de la crisis hacen lo contrario de lo que ofrecen: exigimos nuestros sueldos.

lunes, 13 de abril de 2020

“Sigan con su lucha y cuídense como hermanos”

Papa Francisco.- Ciudad del Vaticano, 12 de abril de 2020, Domingo de Pascua.

Tomado de: https://www.alainet.org/es/articulo/205857

A los hermanos y hermanas de los movimientos y organizaciones populares.
Queridos amigos

Con frecuencia recuerdo nuestros encuentros: dos en el Vaticano y uno en Santa Cruz de la Sierra y les confieso que esta "memoria'' me hace bien, me acerca a ·ustedes, me hace repensar en tantos diálogos durante esos encuentros y en tantas ilusiones que nacieron y crecieron allí y muchos de ellas se hicieron realidad. Ahora, en medio de esta pandemia, los vuelvo a recordar de modo especial y quiero estarles cerca.
En estos días de tanta angustia y dificultad, muchos se han referido a la pandemia que sufrimos con metáforas bélicas. Si la lucha contra el COVID es una guerra, ustedes son un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras. Un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo. Ustedes son para mí, como les dije en nuestros encuentros, verdaderos poetas sociales, que desde las periferias olvidadas crean soluciones dignas para los problemas más acuciantes de los excluidos.
Sé que muchas veces no se los reconoce como es debido porque para este sistema son verdaderamente invisibles. A las periferias no llegan las soluciones del mercado y escasea la presencia protectora del Estado. Tampoco ustedes tienen los recursos para realizar su función. Se los mira con desconfianza por superar la mera filantropía a través la organización comunitaria o reclamar por sus derechos en vez de quedarse resignados esperando a ver si cae alguna migaja de los que detentan el poder económico. Muchas veces mastican bronca e impotencia al ver las desigualdades que persisten incluso en momentos donde se acaban todas las excusas para sostener privilegios. Sin embargo, no se encierran en la queja: se arremangan y siguen trabajando por sus familias, por sus barrios, por el bien común. Esta actitud de Ustedes me ayuda, cuestiona y enseña mucho.
Pienso en las personas, sobre todo mujeres, que multiplican el pan en los comedores comunitarios cocinando con dos cebollas y un paquete de arroz un delicioso guiso para cientos de niños, pienso en los enfermos, pienso en los ancianos. Nunca aparecen en los grandes medios. Tampoco los campesinos y agricultores familiares que siguen labrando para producir alimentos sanos sin destruir la naturaleza, sin acapararlos ni especular con la necesidad del pueblo. Quiero que sepan que nuestro Padre Celestial los mira, los valora, los reconoce y fortalece en su opción.
Qué difícil es quedarse en casa para aquel que vive en una pequeña vivienda precaria o que directamente carece de un techo. Qué difícil es para los migrantes, las personas privadas de libertad o para aquellos que realizan un proceso de sanación por adicciones. Ustedes están ahí, poniendo el cuerpo junto a ellos, para hacer las cosas menos difíciles, menos dolorosas. Los felicito y agradezco de corazón. Espero que los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos) no son suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad. Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir.
Sé que ustedes han sido excluidos de los beneficios de la globalización. No gozan de esos placeres superficiales que anestesian tantas conciencias. A pesar de ello, siempre tienen que sufrir sus perjuicios. Los males que aquejan a todos, a ustedes los golpean doblemente. Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja. Los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado. Ustedes, trabajadores informales, independientes o de la economía popular, no tienen un salario estable para resistir este momento ... y las cuarentenas se les hacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos.También quisiera invitarlos a pensar en "el después" porque esta tormenta va a terminar y sus graves consecuencias ya se sienten. Ustedes no son unos improvisados, tiene la cultura, la metodología pero principalmente la sabiduría que se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio. Quiero que pensemos en el proyecto de desarrollo humano integral que anhelamos, centrado en el protagonismo de los Pueblos en toda su diversidad y el acceso universal a esas tres T que ustedes defienden: tierra, techo y trabajo. Espero que este momento de peligro nos saque del piloto automático, sacuda nuestras conciencias dormidas y permita una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro. Nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas para pocos, necesita bajar un cambio, repensarse, regenerarse. Ustedes son constructores indispensables de ese cambio impostergable; es más, ustedes poseen una voz autorizada para testimoniar que esto es posible. Ustedes saben de crisis y privaciones... que con pudor, dignidad, compromiso, esfuerzo y solidaridad logran transformar en promesa de vida para sus familias y comunidades.
Sigan con su lucha y cuídense como hermanos. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los bendiga, los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles esa fuerza que nos mantiene en pie y no defrauda: la esperanza. Por favor, recen por mí que también lo necesito.

Fraternalmente,

Francisco

jueves, 2 de abril de 2020

La escuela y la cuarentena sanitaria


El Ministerio de Educación, luego de las recientes medidas tomadas por el Comité de Operaciones de Emergencia Nacional-COE, y debido al avance de covid-19, ha dispuesto que las clases escolares continúen de manera virtual durante todo el mes de abril; esto con la finalidad de evitar posibles contaminaciones.
Comprendemos que la pandemia cambió el ritmo de vida y de trabajo, y que el cierre de las escuelas para prevenir la salud de la niñez y de los ciudadanos conlleva costos económicos y sociales. Cuando las escuelas cierran, los niños pierden la oportunidad de aprendizaje guiado, porque no se puede esperar que un niño de educación básica tenga las mismas competencias tecnológicas que un estudiante de bachillerato o de universidad, por tanto, esto y el cierre de la escuela también llevará a que se presenten casos de retraso en sus aprendizajes.
El otro aspecto es, que si los padres o madres no pueden asistir a sus trabajos, afectará la economía de sus hogares -y la nacional desde luego-, por lo que muchos de ellos, incumplen las disposiciones dadas durante la cuarentena sanitaria, para poder salir a conseguir el pan para sus hijos, más preocupante es cuando estos hogares son de bajos ingresos y/o de madres solteras.
Hay que agregar que las últimas reformas laborales, que en la práctica garantizan a los empleadores a no pagar a los trabajadores ausentes y peor a los enfermos, obliga a los padres o madres a tengan que escoger entre dejar a sus hijos en una situación no tan ideal sin supervisión o no poder pagar sus necesidades básicas.
En fin, volviendo al tema educativo, a las clases virtuales, por obvias razones, la respuesta de los sectores público y particular han sido diferentes, en éste último fue sorpresivamente rápido. Hay que reconocer los esfuerzos del Ministerio de Educación por llegar a todos los sectores de la población educativa. Plataformas con recursos educativos se pusieron a disposición de docentes, padres de familia y estudiantes.  Sin embargo, buena parte de las escuelas públicas por no disponer de los recursos tecnológicos ni económicos no han podido adoptar estas plataformas, se suma a esto, que en amplios sectores rurales, no tienen siquiera una computadora o conectividad en casa para poner en marcha el proceso de aprendizaje de forma virtual.
Esta realidad, nos lleva, muy aparte de la preocupante pandemia, a exigir por un lado, a los gobiernos de turno el acceso equitativo a las plataformas educativas virtuales que ofrece; y de otro, que las escuelas y maestros hagan uso de estas herramientas, solo así conseguiremos hablar del poder transformador de la tecnología, consecuentemente de una educación para acercarnos al tan anhelado buen vivir.
Al parecer, aunque hace rato que nuestro sistema educativo sufre de marcadas deficiencias y brechas que perjudican más a los sectores populares, decía que al parecer esta pandemia ha puesto a prueba al sistema educativo, y por tanto hace falta que desde los gremios de docentes y de los propios docentes, nazca la construcción de un nuevo modelo educativo.

viernes, 27 de marzo de 2020

La suspensión de clases y el covid-19


Los docentes estamos convencidos de nuestras convicciones y capacidades, nadie debe dudar de nuestro compromiso fraterno con la sociedad.
 Ser maestro nos dice Paulo Freire, “implica asumir cierta militancia profesional, mientras que ser padre o madre es una relación de parentesco que se cumple desde cualquier lugar, en cambio no se puede ser auténticamente maestro -aún en trabajo a distancia-, lejos de los alumnos, porque la tarea es más exigente y social.” Los docentes estamos convencidos de nuestras convicciones y capacidades, nadie debe dudar de nuestro compromiso fraterno con la sociedad.

La fácil transmisión del coronavirus obligó a la suspensión de clases, esto ha impulsado el teletrabajo y la educación virtual como método efectivo para frenar la contaminación de la población educativa que puede generar la aglomeración de estudiantes y docentes en los planteles educativos, en las calles y en autobuses.

La disposición ministerial de dar clases en línea o mediante plataformas, busca que los estudiantes no retrasen sus aprendizajes; para ello, los docentes realizarán las clases, enviarán actividades y bridarán apoyos para que éstas sean realizadas en casa por los estudiantes con la ayuda de sus padres o de un adulto.

El Ministerio de Educación no ha considerado que cada centro educativo, cada familia y cada estudiante son mundos diferentes, que la propia inequidad auspiciada por los gobiernos de turno ha aumentado la brecha de ingreso a la educación y de la infraestructura, siempre a favor de la educación particular y en pocos casos de la educación pública en las grandes ciudades, y no me refiero a las posibilidades tecnológicas Google, Microsoft, Facebook, YouTube, WhatsApp… cuyo acceso también es limitado ya sea por su precio o por estar en los sectores rurales.

Será que de un día para otro, comienza en los niveles de educación básica y bachillerato la era de la educación virtual o a distancia. Una colega de un plantel particular -que ha propósito a pesar de su alta preparación, gana el salario básico de un trabajador-, me comenta que la situación no le es nueva porque desde hace tiempo ya trabaja la competencia digital, que quizá el cambio está en que han “aumentado las exigencias de directivos y padres de familia”.

Mientras que para la mayoría de directivos, docentes y estudiantes de educación pública, el correo electrónico y el whatsapp son las herramientas principales para mantener la comunicación respecto del trabajo académico en estos días. Desde el Ministerio de Educación se da por aceptado, que en la generalidad de los hogares hay una computadora y un celular, si ha si fuera, el asunto no se reduce a ello, implica que la mayoría de estudiantes lo han estado usando para el ocio, por tanto, son pocos los que poseen las habilidades operacionales que les permita aprender.

Finalmente, me pregunto en voz alta, qué está pasando con los estudiantes con problemas de conducta, con los estudiantes con necesidades especiales, con los estudiantes con dificultades de aprendizaje y sus familias.