Con el propósito de promover la prevención del embarazo prematuro entre adolescentes, el Presidente Correa anunció la creación del “Plan Familia Ecuador” cuyo eje principal es la moral católica. La responsabilidad del plan está a cargo de una inconfesa militante del Opus Dei, que busca “implantar el hábito de la castidad como vía para mejorar a la sociedad". Al parecer se estaría contrariando el derecho constitucional a la educación laica.
El Presidente ha manifestado que hay que dejar atrás “el
hedonismo más puro y más vacío: el placer por el placer. Ahora la estrategia se
fundamenta en valores”, destacando la abstinencia como método revolucionario
para controlar este problema en la niñez y adolescencia.
El problema no es la abstinencia o el placer. Son dos
cuestiones: Una ideológica confesional de sometimiento y otra de carácter
formativo.
Respecto de la primera, dejemos bien claro que la
Constitución establece que la educación pública será universal y laica en todos
sus niveles, que
será responsabilidad del Estado asegurar que todas las entidades educativas
impartan una educación en sexualidad desde el enfoque de derecho y velar por la
integridad física, psicológica y sexual de los y las estudiantes. Por otro lado
la LOEI “garantiza la educación pública laica,… y mantiene la independencia
frente a las religiones, cultos y doctrinas, evitando la imposición de
cualquiera de ellos”. Sin embargo, con el “Plan Familia Ecuador”, -inspirado en la Universidad de Navarra-España, cuna
del Opus Dei- con el pretexto de la promoción de valores, quiere imponérsenos
una educación moralista y puritana de la sexualidad, que además es excluyente,
pone en riesgo la salud mental y física de la mujer como consecuencia de
embarazos no deseados, que en una gran mayoría no son producto de relaciones “irresponsables”
entre jóvenes, sino de actos de violencia sexual cometidos por adultos del entorno
familiar y vecinal de las menores.
En relación a lo formativo, hay que partir reconociendo la
educación sexual como un fenómeno social que ha sido descuidado por todos. Pues
los jóvenes están obteniendo la información sobre sexualidad y reproducción por
muchos medios: amigos, redes sociales, televisión, cine, etc. y a veces –aunque
no parezca- de los propios padres y algunas con suerte en los centros de salud.
La única ausencia en ese proceso es de la educación formal, con su aporte
científico serio y oportuno. Es imperioso impulsar una adecuada educación
sexual que comience en el hogar con la participación de la familia y que se
refuerce científicamente en la escuela incluyendo un
tratamiento transversal de contenidos sobre sexualidad, desde luego, en
relación y dependiendo de la edad y maduración de los menores, a fin de ofrecerles
información seria sobre las relaciones humanas, sobre el cuerpo humano y como
parte de ello, sobre la sexualidad.
En fin, hay
que generar una mayor comunicación e información que conlleve la
reflexión consciente y permita a los adolescentes fortalecer el
desarrollo armónico de su personalidad a fin de dejar sus temores y sus deseos inconscientes, que por el contrario
puedan valorar con objetividad acerca las consecuencias y riesgos por no asumir
sus responsabilidades.