“Cómo desearía que estuvieses aquí, somos solo dos almas perdidas, nadando en una pecera, año tras año, corriendo sobre el mismo viejo suelo, ¿qué hemos encontrado?, ¡los mismos viejos miedos!”
Son versos de una de las canciones populares de la banda inglesa Pink Floyd, que ha propósito de la navidad va bien en los corazones de aquellos que andan sin zapatos, incluso para los que calzan zapatos rojos.
Con la diferencia que mientras la burguesía y unos cuantos embaucados se aprestan a vaciar sus tarjetas de crédito, en pos de la “felicidad” de sus hijos, esa felicidad basada en el consumo, el individualismo y el desprecio por el sufrimiento ajeno, al otro extremo brilla en las calles y carreteras la Navidad de los Pobres, de aquellas familias que estiran sus manos por una galleta, un caramelo o un trapo usado, por su orfandad o porque sus padres no tienen trabajo, es decir, para ellos no habrá niño Dios y mucho menos papá Noel.
La crisis amasada por el modelo productivo del capitalismo, que es la causa del conjunto de defectos sociales como la explotación de la fuerza de trabajo, el saqueo de los bienes comunes, el empobrecimiento extendido, desempleo y la concentración de la riqueza en pocas manos, lo que se agrava con la inseguridad social, mal que en varias ciudades ha llevado al cierre de negocios dejando sin ingresos a familias enteras, creciendo con ello, la miseria y las olas migratorias.
Lo cierto es que las clases populares, más allá de los “programitas paliativos del gobierno” pasarán una Navidad en medio del hambre, aún enfrentamos los rezagos de la pandemia como sinónimo de pérdida de empleos y disminución de ingresos, agravado todo esto por la constante subida de precios de los productos de primera necesidad. Así, la pobreza y la pobreza extrema aumentan, la brecha de desigualdad e inequidad perjudica más a las mujeres y a la población rural, abonando más a la desesperación de buena parte de la sociedad.
Parece paradójico, antes fue la pandemia, ahora es la violencia e inseguridad la que ha hecho que las familias se aíslen y confinen en sus hogares, sin embargo, no será fácil abrazarse nuevamente ni remembrar y recrear los viejos tiempos en familia, en definitiva no se podrá disfrutar de la fecha religiosa o pagana, pero al fin festiva, por el contrario, esto ha aumentado la violencia doméstica, las violaciones y abusos de menores, los feminicidios, etc., etc., quedando impunes la mayor parte de las veces por la indiferencia de las autoridades.
Si el gobierno, no toma las cosas en serio, todos los propósitos se desvanecerán en el aire, porque la corrupción y la fragilidad de las instituciones socioeconómicas y culturales creadas por el capitalismo, lejos de servir a la comunidad, amenazan con confirmar que la navidad tiene preferencias, y cada año se repite de la misma forma y con las mismas esperanzas.