Tomado del semanario En Marcha, edición 2016, del 7 al 13 de septiembre de 2022
El inicio de un nuevo año lectivo en las regiones Sierra y Oriente, se convirtió, otra vez, en el espacio para sacar a luz las falencias de la educación ecuatoriana, profundizadas por la no solución a otros problemas, como los generados por la pandemia.
La ministra, María Brown, llegó a su cargo con el aura de técnica a nivel internacional, supuestamente con las capacidades para resolver los problemas de la educación, pero, a lo largo de su gestión, lo cierto es que esos problemas se han profundizado, porque ella se ha dedicado a dar sustento y concretar en las políticas de gobierno a una visión neoliberal de la educación, que es totalmente opuesta a las necesidades del país, pues, el derecho se limita a lo que la reducción del tamaño del Estado permita, en momentos en que es indispensable ampliarlo para garantizar el acceso a la educación.
Para comenzar, ni Guillermo Lasso, peor Brown, hicieron absolutamente nada para concretar la disposición constitucional de entregar el 6% del PIB que se debe destinar a la educación. Al contrario, justifica al ministerio de Finanzas por la falta de entrega de recursos para inversión, lo que se traduce en apenas 135 millones dólares entregados, de los 495 previstos y que, para colmo, todavía no son gastados, porque se han depositado tarde. Por tanto, las escuelas todavía no se reparan, ni hablar de nuevas infraestructuras, laboratorios o espacios deportivos.
La pandemia expuso con más claridad para las autoridades, la necesidad de preservar la salud de estudiantes y docentes, mediante la contratación de más profesores para que haya más distanciamiento social. Han pasado casi dos años y nunca lo hicieron, la falta de docentes a todo nivel es evidente.
Lasso ofrece el ingreso de unos once mil, cuando ya debieron ser contratados y, si en verdad los contratan, esa cantidad tan solo compensará los más de diez mil docentes que salieron del sistema, por tanto, el déficit de docentes no está superado. Falacia tras falacia.
Siempre aplicando el concepto neoliberal de gastar lo menos posible en lo social, Brown y los funcionarios del ministerio de Educación, han decidido una reducción de la carga horaria para el estudiante, eliminando entre 270 y 360 horas pedagógicas al año en materias importantes como matemáticas, inglés, educación física y otras, en vez de contratar más docentes, que es lo que corresponde.
La consecuencia de estas medidas es fácil de anticipar: la calidad de la educación ecuatoriana se pauperizará aún más, los estudiantes que salgan del bachillerato estarán cada vez más lejos de las exigencias mínimas de conocimientos para cursar los estudios superiores y, por lo tanto, el propio desarrollo del país se verá afectado. Todo esto con el trasfondo de un acuerdo con el FMI que Lasso y sus ministros se empeñan en cumplir a toda costa.
La equiparación
salarial es un derecho de los docentes que las propias leyes lo contemplan
desde hace años, que desde el correísmo hasta la presente se conculcó, lo que
motivó la lucha de la UNE y su reciente victoria. Conlleva mayores egresos en salarios,
en oposición a los acuerdos con el FMI, por ello Lasso no está dispuesto a
egresar más recursos contratando más docentes, ni construyendo nuevas escuelas,
tan solo reparando mínimamente algunas escuelas y colegios, para pasar el
susto.