Sin duda el principal referente a
la hora de celebrar el Día de la Madre, es la Madre trabajadora, la obrera, la maestra,
la ama de casa, pues la compleja situación en la que viven y luchan, es aún una
tarea pendiente. Es tanto lo que le debemos al ser que nos dio la vida y a la
vez tanto lo que tardamos en decirle un verdadero te quiero. Un te quiero
diferente al “parangón” de felicidad que el sistema y el comercio le ofrecen.
No tiene sentido una
celebración del Día de la Madre, si persiste el silencio y la complicidad de
fanáticos religiosos y políticos charlatanes que aprueban leyes dogmáticas
atribuyéndose la potestad de disponer sobre el bienestar de la mujer, o de
ofrecerles a las amas de casa una incompleta seguridad social que no alcanza
para eliminar la disyuntiva de decidir entre comprarse la medicina para curar
sus males y llevar el pan para sus hijos.
Por ello, hace falta
que hoy y no al final de sus días, el Estado garantice
a las madres amas de casa, trabajo para así erradicar las inequidades
económicas y sociales que son las que determinan el anhelado buen vivir.
La reacción de la madre del
adolescente que ofrece yuca al Presidente, me trae a la memoria la acción de la
heroica “Madre” de Máximo Gorki, que sin amilanarse ante la persecución y
encarcelación de su hijo, recoge la bandera caída
y con lágrimas en los ojos continúa marchando hacia adelante
por mejores condiciones de vida para todo el pueblo y por la emancipación de la
sociedad.
Un saludo entrañable a todas las
madres, que emulando a Dolores Cuacuango y Transito Amaguaña, y que con su
elevada sensibilidad fraternal y social, levantan banderas de dignidad
exigiendo que sus derechos no sean ignorados.
A todas ellas, con especial afecto hago mías frases
de canciones de autores que no me siento obligado a señalar, porque lo
importante es el sentimiento que expresan:
“Pobre mi
madre querida, cuantos disgustos le he dado... cuántas veces escondida,
llorando triste y vencida en un rincón la he encontrado”. Perdóname, si pido
más de lo que puedo dar, si grito cuando yo debo callar, si huyo cuando tú me
necesitas más”. Pero “Vive siempre
orgullosa, vive tranquila que a ti te
debo lo que soy”.