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lunes, 9 de agosto de 2010

10 DE AGOSTO DE 1809

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NACE LA PATRIA DE EUGENIO ESPEJO
El imperio español de finales del siglo xviii, era un imperio con pies de barro, la crisis era incontenible y cada vez más calamitosa. La nobleza crecía, “vale decir los parásitos” que nada aportaban a la nación y que se sostenían gracias al trabajo de una inmensa masa de campesinos desheredados. La Iglesia y la nobleza eran dueñas del 80 por ciento de la tierra.
Por la época, irrumpía la burguesía y las clases populares influenciadas poa la Revolución Francesa y la independencia de Norteamérica acaudillada por hombres de pensamiento liberal y progresista.
Mientras tanto en nuestra América la resistencia al poder colonialista español proseguía sin descanso. El descontento popular y la lucha fueron creciendo proporcionalmente a los abusos del colonizador. El poder despótico de la monarquía se manifestaba a través de una burocracia peninsular que en nada consideraba a los pobladores nativos.
Es así que la población criolla, más allá de las clases sociales, comienza a conspirar contra el poder peninsular. En esa dirección, se alza majestuosa la figura del quiteño Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo, que si bien ya había muerto para esa fecha, fue el verdadero autor intelectual de la insurrección del 10 de agosto de 1809.
Seguramente que una de las primeras manifestaciones de protesta popular que se dio en Quito, fue la llamada “Revolución de las Alcabalas”. Pero también hubo otras, como aquella ocasionada por la imposición del Estanco de aguardiente y la Aduana para los víveres, que se hizo bajo la consigna de “¡Mueran los chapetones y abajo el mal gobierno!”. Asimismo no podemos desconocer las insurrecciones indígenas que culminan en el gran levantamiento de Túpac Amaru, conmocionando a gran parte de los tres virreinatos sudamericanos.
La invasión napoleónica a España fue sin duda el detonante del proceso emancipador. Cuando los cien mil soldados del general Murat invaden España, la nobleza española capitula sin ninguna resistencia. Ante el nuevo rey extranjero, José Bonaparte, se inclinan tanto la aristocracia hispánica como muchos liberales afrancesados. Solo el pueblo se levanta en armas en una heroica guerra de liberación nacional, que será escuela también para muchos patriotas americanos, entre otros, el ecuatoriano Carlos Montúfar y el rioplatense José de San Martín. “El poder del rey había caducado”.
En América, en consecuencia, y tras tres siglos de abusos y arbitrariedades por parte de los peninsulares, se abría la posibilidad de conformar gobiernos propios, rescatando la soberanía, que recaía en el pueblo ante la ausencia del rey.
Así lo entendieron los patriotas quiteños, quienes sin perder tiempo y bajo la influencia de las enseñanzas de Eugenio Espejo, comenzaron a conspirar. Tras varios sucesos de dimes y diretes, en la noche del 9 de agosto de 1809, se levantó la enérgica voz de una patriota como pocas, Manuela Cañizares, quien increpando a los conspiradores dijo: "¡Cobardes… hombres nacidos para la servidumbre! ¿De qué tenéis miedo…? ¡No hay tiempo que perder…!". Y esta mujer, prócer de la emancipación, decidió así a los patriotas para que asumieran su responsabilidad.  
El 10 de agosto, se comunicaba al presidente de la Audiencia que su mandato había caducado. Avanzada ya la mañana queda constituida la Junta Suprema de Gobierno cuya presidencia asumía Juan Pío Montufar, Marques de Selva Alegre. Se desconoció así al gobierno español instalándose un aparato gubernativo integrado exclusivamente por criollos americanos.
La historia posterior es bien conocida por todos. La reacción peninsular no se hizo esperar. Tropas realistas movilizadas desde Nueva Granada y Perú hicieron deponer la Junta criolla. Detenciones masivas de patriotas culminaron en la espantosa matanza del 2 de agosto de 1810.
Más la gesta del 10 de agosto fue el inicio de la guerra por la independencia ¡Gloria a aquellos patriotas que con su vida señalaron el camino de una Patria justa, libre y soberana!