La sociedad civil contemporánea se redefine por las redes sociales, que fomentan valores y principios, pero también la propagación de ideologías de extrema derecha como la supremacía y el nacionalismo, que se presentan como héroes culturales y defensores de la democracia, ganando influencia y promoviendo el fascismo en la niñez y juventud.
Para la extrema derecha las redes sociales, no son herramientas de comunicación objetivas. Sino que son los espacios para crear, procesar, expresar y manipular la opinión pública. Dicen ser mediadores entre la clase política y la ciudadanía, pero eluden las opiniones populares en beneficio de los dueños del poder político y económico. En cuanto a los maestros, los grandes medios emplean su infraestructura para acusarlos de politiqueros, enfatizando en actitudes similares a las usadas contra la delincuencia común, pero poco o nada dicen sobre los verdaderos actores de la corrupción.
La guerra ruso-ucraniana y el genocidio israelí contra el pueblo palestino, ha puesto de manifiesto diversas formas de fascismo digital del cual, los estudiantes van tomando partido a favor o en contra de unos y otros. De modo que necesitamos actuar rápidamente para hallar los medios y contrarrestar ese lastre, dado que la poca importancia que se dio a ese fenómeno, fue lo que ayudó a la creación del nazismo alemán, que conllevó a la Segunda Guerra Mundial y a la muerte de millones de personas.
El fascismo digital es un movimiento online que aprovechan líderes autoritarios. Se nutre de expresiones racistas, supremacistas y autoritarias difundidas en internet. Nuestros pueblos son vulnerables a las culturas del odio, se enfrentan a la manipulación en las plataformas digitales, donde activistas de extrema derecha explotan las desigualdades y controlan las percepciones. El filósofo alemán Hans Fielitz describe al “fascismo digital” como un fenómeno que “propaga el miedo y las conspiraciones, creando un nuevo contexto para la difusión del fascismo”.
Actualmente, influencers y creadores de memes compiten por dinero, a menudo difundiendo mensajes de odio y violencia. Así, refuerzan las jerarquías sociales y los intereses del sistema, perpetuando dinámicas de poder y control a través de su contenido, que afecta las percepciones y actitudes del público.
De allí que, los docentes que nos preocupamos por una patria equitativa, necesitamos crear estrategias para salir de la burbuja de contenidos que dispone el Ministerio de Educación, y desarrollar una pedagogía crítica antifascista, para que no solo como educadores críticos, sino como seres humanos capaces de comprender la realidad, eduquemos para erradicar la pobreza y combatir el fascismo.