viernes, 30 de agosto de 2024

Es hora de que los y las docentes hablen de política en el aula

 “De los mayores, puede esperarse algo; de los adultos, algo más; de la juventud, todo”  Simón Rodríguez

¿Los y las decentes pueden hablar de política en el aula? Claro que sí. La Constitución del Ecuador establece la educación como un derecho, basado en principios de igualdad, equidad y no discriminación; mientras que la Ley Orgánica de Educación Intercultural y el Código de la Niñez y Adolescencia regulan la educación en el país y disponen que los y las docentes deben garantizar un ambiente de respeto, tolerancia y pluralidad.

En nuestro país los jóvenes de 16 a 18 años pueden ejercer el voto de manera opcional. Los y las docentes pueden abordar temas políticos en el aula de manera educativa e imparcial, sin promover ideologías específicas. El propósito es fomentar el pensamiento crítico y el análisis objetivo. Deben respetar la diversidad de opiniones y ajustar el contenido a la edad y madurez de los y las estudiantes, manteniendo siempre un enfoque neutral y respetuoso que contribuya a su formación como ciudadanos críticos y comprometidos.

Para abordar la política e injusticias sociales en el aula, es crucial crear un entorno seguro y respetuoso donde los y las estudiantes se sientan escuchados y valoren la diversidad de opiniones. Usar recursos interactivos hace estos temas más accesibles y atractivos, permitiendo explicar conceptos de justicia e injusticia con ejemplos prácticos en el aula o en el patio. También se pueden explorar conceptos complejos como equidad, derechos humanos y estructura gubernamental.

Discutir política en el aula busca exponer a los y las estudiantes a diversos puntos de vista, presentando múltiples perspectivas y fomentando el análisis de diferentes argumentos. Para hacer más comprensibles los temas políticos, los y las docentes deben vincularlos con ejemplos cotidianos, mostrando cómo afectan a la educación, al medio ambiente o a la economía local, fomentando así el interés de los y las estudiantes en la política y la participación cívica. Al discutir los temas políticos en el aula, se deben facilitar los debates sin promover el ego partidista, esto fomenta la confianza y los aprendizajes inclusivos, a la vez que reconoce la complejidad y la diversidad de opiniones en los temas políticos.

Los y las docentes deben incentivar la participación estudiantil en debates políticos y proyectos comunitarios, permitiendo aplicar conocimientos en contextos reales. Esto fomenta el compromiso cívico y ofrece experiencias prácticas para entender el sistema político mediante actividades como debates simulados y visitas gubernamentales.

Hablar de política e injusticias sociales con los y las estudiantes en el aula puede ser un desafío que, al margen de cualquier dogma, es fundamental para fomentar su conciencia cívica, actitud crítica y su capacidad para participar activamente en la sociedad.

viernes, 23 de agosto de 2024

"Cómo dar clase a los que no quieren" aprender

"La Educación no cambia el mundo, que cambia a las personas que van a cambiar el mundo" Paulo Freire

La semana próxima pasada participé del seminario político por los 60 años del PCMLE, en uno de los recesos saludé con varios colegas maestros. Alguien, refiriéndose al trabajo escolar dijo que lamentablemente, cada vez es más frecuente encontrarnos en el aula alumnos que no tienen interés por aprender. Otra maestra dijo que el secreto de enseñar no es solo transmitir conocimientos, sino que lo principal es captar el interés de los alumnos desmotivados. Entonces me vino a la memoria, el libro "Cómo dar clase a los que no quieren" de Juan Vaello Orts que había leído algunos años atrás.

La falta de motivación en el aula es un problema común, el poco interés de unos cuantos estudiantes por aprender no solo dificulta el proceso de enseñanza-aprendizaje, sino que llega a afectar negativamente el clima de trabajo en el aula y el bienestar emocional de los estudiantes y el docente. De allí la necesidad nos dice Juan Vaello de comprender las raíces de la desmotivación para poder abordar de manera efectiva el problema; Él en su libro nos ofrece una suerte de herramientas y estrategias para que “el acto de enseñar sea gratificante tanto para el profesor como para el alumno”.

Hoy la escuela compite con una avalancha de efectos negativos desde las redes sociales, que sumada a las amenazas de las bandas delincuenciales influyen fuertemente en el contexto socioemocional de los niños y adolescentes, esto puede estar determinando la falta de interés en los estudios: y, no necesariamente la capacidad intelectual para aprender. “Comprender estas dinámicas es crucial para poder intervenir de manera efectiva”. Añade Juan Vaello.

Además, enfatiza la necesidad de diversificar las metodologías de enseñanza para adaptarse a las diferentes formas de aprendizaje de los estudiantes. Esto implica, que el profesor establezca una relación cercana y empática con sus estudiantes, mostrándoles que se preocupa por su bienestar y éxito académico, para ello debe “promover la participación activa de los alumnos en clase, alternando las actividades individuales y grupales”.

"Cómo dar clase a los que no quieren" es un libro que debería ser de lectura obligatoria para todos los docentes que se enfrentan al desafío de motivar a los estudiantes indiferentes. No ofrece recetas, pero si sugerencias prácticas para los problemas cotidianos en el aula.

Finalmente, Paulo Freire insiste que "la Educación no cambia el mundo, que cambia a las personas que van a cambiar el mundo". De allí que los docentes tenemos la responsabilidad de formar esos ejércitos de mujeres y hombres nuevos que crean que otro mundo es posible.

https://www.youtube.com/watch?v=6yZlEsxgEhk 

https://iessecundaria.wordpress.com/wp-content/uploads/2008/10/como-dar-clase-a-los-que-no-quieren.pdf 

https://www.psicologos-montevideo.com/uploads/5/6/7/2/56720165/c%C3%B3mo_dar_clases_a_los_que_no_quieren.pdf

 

 

 

viernes, 16 de agosto de 2024

Vulnerabilidad de la educación frente a la delincuencia

Es en la escuela donde se forja la niñez y juventud con los conocimientos, habilidades y valores que les permite contribuir al progreso de sus comunidades. La educación también es decisiva para la cohesión social, la participación ciudadana y la reducción de las desigualdades. Paulo Freire reiteraba que los docentes deben ser más solidarios en la lucha contra las inequidades.


Durante las dictaduras militares, a punta de metralla nos impusieron un sistema educativo denominado nacionalista y revolucionario que, en realidad, fue un sistema opresor que profundizó la dependencia. A casi cinco décadas la realidad es la misma. Ahora los déspotas que gobiernan el país son elegidos por un pueblo desmemoriado y desclasado, los ministros designados a dedo para pagar favores; y el miedo lo imponen las bandas delincuenciales y la corrupción institucionalizada.

La presencia de la delincuencia se manifiesta desde el acoso y la violencia entre estudiantes, la infiltración de pandillas y el tráfico de drogas dentro y fuera de las instituciones educativas, hasta amenazas de muerte y chantajes económicos a docentes y directivos. Estas problemáticas no solo ponen en peligro la integridad física, sino que, afectan la calidad de vida y trabajo, generan un clima de inseguridad que dificulta el proceso de enseñanza aprendizaje. 

Son miles de estudiantes y docentes a lo largo y ancho del país que asisten a clases en medio de balaceras del crimen organizado, provocando deserción escolar y perpetuando el ciclo de pobreza y marginalización.

El gobierno ofreció un “plan de escuelas seguras” para dar seguridad en los centros escolares y para prevenir la delincuencia; nada de eso se ha logrado. La UNE y otras organizaciones sociales reclaman del gobierno políticas públicas que garanticen la seguridad en los entornos educativos; es obvio que no se ha involucrado de forma efectiva a las fuerzas militares y policiales con la comunidad; tampoco se ha capacitado al personal docente en seguridad escolar, no hay cámaras de vigilancia ni se han creado protocolos de respuesta ante situaciones de riesgo para disuadir la delincuencia y proteger a los estudiantes.

Finalmente, para que la educación contribuya al desarrollo del país, es necesario que el Estado invierta el 6% del PIB que contempla la Constitución, así podrá promoverse una educación emancipadora que contemple alimentación y útiles escolares, educación en valores, convivencia y resolución pacífica de conflictos.

Solo atacando las causas estructurales de la delincuencia, como la pobreza, la falta de oportunidades de trabajo y la exclusión social, se podrá garantizar un entorno seguro y propicio para que la educación cumpla su papel transformador en la vida de las personas y en el desarrollo de los pueblos.