Reaparece
con fuerza el deseo de posesionarse para la Presidencia del Ecuador y para la
Asamblea Nacional. Lo de que sí estuvo bien o mal la muerte cruzada y el
descontento político por estas instituciones va quedando atrás. Hoy corre el
tiempo para la inscripción de candidaturas. Los empresarios electoreros nos han
tenido acostumbrados a votar por los menos malos. Ese ha sido nuestro
infortunio.
Infortunio
que se agrava por la legitimación de reglas antidemocráticas plasmadas en el
mismo Código de la Democracia, que promueve, estimula y califica a que para ser
candidato no es necesario ser afiliado a un partido o movimiento político, por
eso precisamente muchos vivarachos se desafilian y como en temporada de feria
abren sus propias tiendas. Sin embargo, esas son las normas de la democracia
burguesa, porque si se tratase de una democracia más participativa, todo candidato
debería ser afiliado por lo menos un año antes de su participación.
Parece
que a los partidos débiles ni a los candidatos les conviene. Los primeros ganan
votación y los segundos si es que son electos, cualquier momento deciden separarse
del partido o movimiento que los auspició y declararse independientes. Lo más
ridículo es que para estos embusteros no hay ninguna sanción ni ética, ni
moral, mucho menos electoral. Deberían perder inmediatamente la representación y
que esta la asuma el suplente. Pero no, no pasa nada y precisamente por eso la
ciudadanía vive hastiada de la politiquería.
En
fin, la campaña está en marcha, las organizaciones políticas, sociales y
populares han hecho público los nombres de sus cuadros, en unos casos para
enfrentar con responsabilidad la tarea de recuperar la patria, otros
respaldando a figuras políticas ya posicionadas, y en otros hasta han empezado
a alquilar sus partidos para los supuestos candidatos outsiders. Lo cierto es
que, hay una ofensiva en medios de comunicación y redes sociales atacando la
fragilidad crítica de la juventud y de los ciudadanos con esperanzas de mejores
días.
Considero
que lo más importante para las organizaciones políticas y sociales, es construir
una verdadera democracia participativa. Eso es lo primero y es un tema superior
incluso a la designación de autoridades que completarán el periodo denominado de "transición". Es urgente poner fin a la mediocridad
gubernamental, dar trabajo, salud y educación para todos, combatir la corrupción
institucional, garantizar seguridad ciudadana frenando la delincuencia
organizada, pero sin querer parecernos a un régimen autoritario o totalitario.
Los
ecuatorianos, en especial los sectores populares tienen derechos y si se
conculcan saldrán a reclamarlos amparados en la Constitución y las leyes. Estos
sectores, hoy apuestan más por la asociación cívica y patriótica que por los
cargos de poder, desde esos espacios pretenden generar la presión para el
cumplimiento de las ofertas de campaña, la defensa de sus derechos; pero en
particular para recuperar la confianza ciudadana en la política e
institucionalidad del Estado.