El
próximo 20 de agosto serán las elecciones para concluir los periodos de
presidente y de asambleístas. Al igual que en campañas anteriores la guerra
proselitista está en marcha, solo que ahora es a toda velocidad. La lluvia de
candidatos empezó mucho antes de la muerte cruzada, aparecen Fernando
Villavicencio, Jan Topic, Otto Sonnenholzner, Luisa González, Bolívar Armijos,
Daniel Noboa, todos del mismo barrio; aparece también Yaku Pérez considerado el
candidato de los sectores populares y de las bases del movimiento indígena.
El
cronograma electoral pone en jaque a los partidos y movimientos políticos que deberán
cumplir en una estrechísima semana la campaña. Quizá los electores podrían conocer
los nombres de los candidatos, pero no los programas de gobierno que ofrezcan,
lo cual sin duda será un dolor de cabeza al momento de decidir el voto. A esto
se suman dos consultas populares, una sobre la explotación petrolera en el
Parque Nacional Yasuni y la otra en Quito acerca de la minería.
La
campaña política está activada por la lucha de clases. Por un lado, los
sectores gubernamentales, sus aliados políticos y los grupos de poder como la
banca y las corporaciones mediáticas, como siempre utilizarán todos los medios
a su alcance, en especial a los comunicadores y periodistas de las cadenas
nacionales de radio y televisión y que se han convertido en máquinas
propagandísticas de la burguesía a la cual sirven en cuerpo y alma por jugosos
salarios o pautajes millonarios.
Para
la derecha lo importante es frenar el avance de los sectores progresistas, para
lo cual no dudan en la persecución política y judicial o la utilización de
recursos públicos con fines de publicidad política a favor de la derecha. Como
siempre los candidatos presidenciables arrastrarán a sus asambleístas, quienes
pasen al balotaje tendrán los bloques más representativos para dominar la
Asamblea Nacional. El escenario político, aunque con varios candidatos se configura
alrededor de dos tendencias que plasman alianzas: la derecha y los sectores
progresistas.
La
tarea de los sectores progresistas y de izquierda, es forjar una alianza posible
con la certeza de “claro que se puede” construir un nuevo Ecuador. Un Ecuador
que frene las intenciones que, en los cinco meses del gobierno transitorio, el
presidente Guillermo Lasso pretende imponer una reforma a la seguridad social
incrementando los aportes de los afiliados, subir la edad para jubilarse y
disminuir las pensiones jubilares. Procura una metamorfosis laboral afectando
los derechos de los trabajadores. Pretende además la privatización de los
sectores petrolero y eléctrico con el satánico cuento de atraer inversión y la
participación del sector privado en esas áreas.
Lo
cierto es que, a la derecha hay que oponer una que garantice seguridad, enfrente
el fenómeno del Niño, incremente fuentes de trabajo, atienda a la educación y
la salud para que todo el pueblo viva y disfrute en una patria soberana.