De los resultados de las pasadas elecciones, la derecha acusa a Lasso de ser el culpable del supuesto repunte del correato, incluso el propio Rafael Correa se siente como el “dios Zelensky” atribuyéndose el triunfo del NO. Cierto es, que ganaron prefecturas y alcaldías en provincias y ciudades grandes. Sin embargo, Pachakutik y Unidad Popular también alcanzaron importantes triunfos en otras provincias y ciudades pequeñas, pero no menos importantes. Lo que es innegable, es que el triunfo del NO, les corresponde a los sectores populares, en rechazo a la política miserable del gobierno del encuentro, que ha conducido a la pauperización de las condiciones de vida de las grandes mayorías. Así que la derrota de Lasso, no es triunfo del correato.
Lasso y la derecha están aterrados ante el despertar de la conciencia popular. Los correistas también lo están, saben que el pueblo no olvida las sabatinas y la judicialización de la protesta social, instrumentos que sirvieron para atemorizar, cancelar, perseguir, encarcelar y asesinar a quienes se opusieron al correato, instrumentos que también fueron utilizados por Lenin Moreno y por Guillermo Lasso. Tal es la verdadera fisonomía social de la camarilla que gobierna desde el 2007.
El presidente Lasso pretende llevar adelante una dictadura blanda, cuya esencia reside en un intento constitucional de disolver la Asamblea Nacional y convocar a una muerte cruzada. Artificio que lo convierte en dictador por un año. Algunos sectores políticos caducos y corrompidos respaldan esa patraña.
Serán los trabajadores, campesinos y estudiantes, así como los profesionales progresistas y los sectores de izquierda, quienes opongan resistencia a esta orgía politiquera que como monstruosos pulpos se engordan a expensas de la inmensa mayoría de los ecuatorianos esquilmados por la corrupción.