sábado, 23 de octubre de 2021

De los paraísos fiscales al infierno de la pobreza y la violencia

 
Mi profesor de filosofía decía que “el único paraíso… es el paraíso perdido”. Sí y no. Para la burguesía, para los banqueros y grandes empresarios existen los paraísos fiscales, hoy referidos por los Pandora Papers” del cual el presidente Lasso se jacta haber saneado en el 2017 sus inversiones. Lo que no aclara, es si pagó los impuestos correspondientes. Ahora se ha negado a ser fiscalizado por la Asamblea Nacional. Mientras que, para las masas de trabajadores y de los sectores populares, no existe el paraíso que en campaña se les dijo estaba a la vuelta de la esquina. Por el contrario, el gobierno condena a la mayoría a vivir en el “infierno”, en medio de la pobreza y la violencia, que son “el pan nuestro de cada día”.

No sólo en Guayaquil y Quito sino en todas las ciudades del país, la ciudadanía observa que la delincuencia y la criminalidad han rebasado a las fuerzas del orden. La sensación de inseguridad social se ha apoderado de los habitantes. Giramos la cabeza constantemente para comprobar si hay alguien detrás ya sea que nos movilicemos a pie o en vehículo. Vivimos en alerta y temor permanente. La demagogia, los conflictos de poder y el narcotráfico, parecen ser políticas de estado para mantenernos preocupados de nuestra propia seguridad personal y alejados de la lucha popular mientras desde la esfera pública se rifan la Patria.

Presionado por el pueblo y ante los crecientes niveles de criminalidad, el presidente Lasso decretó por 60 días “estado de excepción” en todo el territorio nacional. Durante este tiempo las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional se encargarán del “control de armas, inspecciones, patrullajes requisiciones de droga”, entre otras acciones. La pregunta es: ¿Y después qué? Acaso la violencia solamente es de “gente de mal corazón” que por deporte se dedica al hampa! No Señor Presidente, el problema es estructural, es un problema político, que en términos de salud, estaríamos frente a un cuadro de inseguridad social “epidémica”. El tratamiento de este mal, tiene que tener por objetivo, el mejoramiento de las condiciones de vida de los ecuatorianos.

En definitiva, los trabajadores junto a los sectores populares, el próximo 26 de octubre, por el bienestar de su familia y de la sociedad, saldrán a forjar la unidad y exigir el cumplimiento de las ofertas de campaña, el combate a la corrupción, el congelamiento de los precios de los combustibles, la creación de fuentes de trabajo, la elaboración de un nuevo código orgánico laboral; así evitaremos que dos de cada diez jóvenes estén fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo convirtiéndose en presa fácil de las redes de la delincuencia.

No se trata solamente de que el pueblo “arrime el hombro”. Desde Carondelet y la Asamblea debe acordarse un cambio en la estructura política, económica y social que seguramente no nos conducirá al paraíso, pero al menos nos alejará del infierno de la pobreza y la violencia.