viernes, 17 de septiembre de 2021

Ineptitud e incapacidad obstaculizan lucha colectiva de los trabajadores

La crisis que vivimos los ecuatorianos es resultado de las políticas neoliberales de los gobiernos de turno, crisis que se profundizó entre diciembre de 1999 y enero de 2000 con la dolarización y el feriado bancario decretado por el “demócrata cristiano” Jamil Mahuad. Las consecuencias inmediatas fueron la pérdida de los pequeños ahorros de los trabajadores y de la gente de los sectores populares, el crecimiento de la pobreza, etc.

El gobierno de la pseudo “revolución ciudadana” inicialmente sembró esperanzas de cambio, esperanzas que pronto se desvanecieron por la concurrencia de una serie de factores que fueron polarizando un proceso de descontento en los más amplios sectores sociales. Descontento que no explotó durante la época del correato por la acción dictatorial de persecución, encarcelamiento y criminalización de la protesta popular. Eclosión que en octubre de 2019 fue incontenible particularmente por la participación unitaria y de lucha del movimiento campesino e indígena que junto a las organizaciones sindicales rechazaron la eliminación del subsidio a los combustibles.

El hecho real es, que el Presidente Guillermo Lasso no ha podido poner en marcha el proyecto de gobierno ofrecido en campaña, por el contrario, junto a los grandes empresarios se ha empeñado en ejecutar un programa neoliberal por el que el pueblo nunca votó, cuyo eje central es una supuesta y salvadora ley de oportunidades laborales con las cuales pretende generar fuentes de trabajo y disminuir la pobreza. Lasso y su equipo no entienden que el empobrecimiento se explica por el congelamiento de salarios, la privatización de bienes y servicios, el alza mensual de combustibles, los altos intereses usureros de la banca, el estancamiento del Ecuador en el mercado económico mundial, entre otros.

El objetivo primordial de la derecha y el empresariado es contar con una legislación laboral que garantice sus ganancias. Lo cual solamente podría lograrse con normas que precaricen el trabajo de los ecuatorianos. Por eso, cabe preguntarnos que encierra la precarización. Obviamente conlleva la vulnerabilidad social, incertidumbre, ausencia de seguridad laboral, eliminación de derechos sociales vinculados al trabajo, flexibilización de la jornada laboral, bajos salarios, inseguridad social, jubilación incierta. Conquistas que de alguna manera se contemplan en el actual código laboral, que por cierto debe reformarse, pero en acuerdo con los trabajadores, empresarios y gobierno para garantizar la igualdad de oportunidades y condiciones de vida dignas.

Sin embargo, en el discurso neoliberal del Ministro “Doloso” y del presidente Lasso, claramente se expresa la intención de desaparecer la jubilación patronal, de eliminar las indemnizaciones, de quitar las utilidades referentes a las cargas familiares. Entonces, empleo y pobreza siendo dos fases interactivas se colorean con una tonalidad de “oportunidades”. Por tanto, no es difícil detectar los peligros implícitos en el discurso y en la propuesta gubernamental, que en realidad encubre la inestabilidad del empleo, la precariedad laboral y la pobreza.

Finalmente, el fracaso neoliberal es sinónimo de ineptitud e incapacidad que obstaculizan la lucha colectiva de los trabajadores y ocultan la eliminación de la organización sindical.