La Unión Nacional de Educadores y otros sectores han señalado que la pandemia mostró el inhumano estado del Sistema Educativo Nacional: pésima infraestructura, poca cobertura de conectividad, grandes fisuras digitales, desigualdades y pobreza crecientes, incremento de la agresión a las mujeres, abusos contra menores de edad; situaciones que se complican con la orden ministerial de trabajar unos planes de estudio con contenidos y enfoques de enseñanza que priorizan el logro de aprendizajes en lugar de la comprensión y el desarrollo del pensamiento crítico; y sobre todo, la actuación de los estudiantes ante la pandemia y sus efectos. Son signos de que en la educación nacional camina muy mal, desde hace décadas.
El gobierno del Presidente Lasso, ha confirmado que, la gestión de la educación no responde a los objetivos nacionales ni al interés superior de la niñez. En estos tiempos de pandemia se evidencia el sometimiento a los dictámenes del Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio, cuya receta es: “lávense las manos con bastante agua, utilicen alcohol y gel”, además disponen que se revisen las guías para el regreso “seguro” a clases: Por tanto, la tecnocracia ministerial y buena parte de directivos que han solicitado regresar a clases presenciales, parecen no poseer el compromiso y solidaridad para ponerse en el lugar de los estudiantes, padres de familia y docentes.
Sin embargo, ante las presiones, los chantajes y el voluntarismo; son más frecuentes los pronunciamientos públicos de las madres y padres de familia, reclamando seguridad para la salud y la vida de sus hijos, pues sin eso, dicen, “no hay derecho a la educación”.