Nadie remotamente duda de la crisis moral y ética generada por las cúpulas del gobierno y una parte del empresariado corrompido. Es penoso reconocer que en plena pandemia, con la compra de insumos médicos, de pruebas o vacunas contra la covid-19, la mayoría de los casos manchados de corrupción, han contado con la complicidad de los organismos de control público, dejando en la impunidad o eludiendo las responsabilidades de sancionar. Muchos de los presuntos corruptos fueron candidatos en las pasadas elecciones. Al pueblo le queda la esperanza de que los nuevos asambleístas cumplan con su principal rol de legislar y fiscalizar.
La tradición e idiosincrasia de los ecuatorianos ha sido que durante la primera vuelta acuden a votar por el candidato de su afecto, es decir con un alto grado de subjetividad y hasta de pasión; mientras que para la segunda vuelta, al tener dos opciones, en este caso las que decidió el Consejo Nacional Electoral -que no necesariamente fueron las dos más votadas-, los electores lo hacen calculando votar por quien a su criterio les ofrece mejores posibilidades de mejorar las condiciones sociales y económicas.
Para el denominado balotaje, los dos candidatos finalistas o los representantes políticos de sus movimientos, por lo general promueven alianzas que dicen ser ideológicas y programáticas, pero que en definitiva, son de interés coyuntural. Por otro lado, el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Contencioso Electoral, ante las denuncias de ineficiencia durante el proceso y de fraude de los resultados, se negaron a cumplir con el pedido de apertura de urnas y revisión de votos, lo que restó de legalidad y legitimidad al proceso de elecciones; por lo que una parte significativa del pueblo dice, si los candidatos finalistas no fueron legítimos, porqué tenemos que legitimarlos votando por uno de ellos.
En estos tiempos cuando se vierte información por doquier y las redes sociales parecen tener la última palabra, se ha dado en pensar que los ciudadanos estamos en una mejor posición y, por lo tanto, con una visión más acabada de los acontecimientos particularmente políticos, lamentablemente, no es así. La abundancia de noticias, datos y comentarios mayoritariamente son de orden proselitista, no conducen a la reflexión y responsabilidad social porque quienes no tienen una opinión política formada, muchas veces se convierten en repetidores de falacias y en otras ocasiones en cultivadores de ridiculeces que en nada contribuyen al bienestar colectivo.
Quizá por esto mismo, se hace necesario considerar si en la actualidad el voto nulo es una opción. Esta es una preocupación que, como ciudadano ronda mi cabeza y en la de muchos. Reconozco que siempre voté válido porque deseaba que mi voto contribuya al cambio. En esta ocasión no es así, ambas candidaturas son lo mismo. Por eso, el voto nulo, es la opción para cuestionar el sistema opresor y de rechazo a la manipulación mediática. Es un no a la caterva de corruptos y un sí a abrir las puertas de un mundo mejor.