Artículo de Manuel Agustín Aguirre, septiembre de 1981 Tomado de:
https://nuso.org/articulo/la-doble-explotacion-de-la-mujer-en-el-capitalismo/
El tema que voy a desarrollar se refiere a la situación de la mujer trabajadora dentro de la célula fundamental de las sociedades clasistas, la familia, en la que no es exagerado afirmar ocupa una posición de esclava, algo como de pertenencia del hombre, del marido.
No olvidemos aquello de "mi mujer", "la señora de", con énfasis posesivo, de propiedad privada. Para justificar esta situación disminuida, sometida, de la mujer, se habla de que, por su naturaleza biológica, se halla destinada a procrear hijos y con ello a criarlos, mantenerlos, educarlos y realizar todas las demás tareas monótonas, agotadoras, fatigantes, a nombre de un amor de esposa y madre.
Por poco que incursionemos en la antropología, etnografía y otras ciencias afines, encontraremos que esta concepción es errónea como son todas las teorías que se han inventado para tratar de explicar y aun justificar la inferioridad que se le atribuye y en la que se ha colocado a la mujer respecto al hombre. Después de las investigaciones de Tylor, Rivers y sobre todo Morgan, completado e interpretado por Marx y Engels en el libro "Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado", ya nadie puede negar la existencia de una sociedad en que los medios de producción se hallan en manos de la comunidad y cada miembro recibe lo necesario para su subsistencia; en la que no habiendo propiedad privada no existe la explotación, la división de clases ni el Estado, aparato coercitivo y de dominación. El nivel rudimentario de las fuerzas productivas, determina la existencia de relaciones de producción, basadas en la cooperación y ayuda mutua entre todos los miembros de la colectividad.
En esta sociedad o comunidad primitiva, donde la unidad celular es la gens o el clan materno, no sólo que los hombres y las mujeres son económica y socialmente iguales y ningún sexo domina al otro, sino que las mujeres ocupan una situación especial, el matriarcado, que no se debe a su función procreadora, como lo creía Ba-chofen, sino a que era la productora de los elementos indispensables para la vida, como lo demuestra Robert Briffault y lo comprueban Gordon Childe, James Frazer y otros. En efecto, mientras los hombres se dedicaban preferentemente a la caza, la pesca y la guerra, fueron las mujeres las que pasan de la recolección de alimentos a la horticultura y la agricultura; las que practican una variedad de artesanías como la alfarería, cestería, tejidos; mejoran las herramientas y descubren las propiedades de algunas plantas medicinales, con lo que puede decirse inician los conocimientos de la botánica, la química, la medicina, educan a sus hijos, todo lo cual demuestra su capacidad física e intelectual, que las constituye en los elementos más avanzados de la comunidad. Vemos también que, por la división natural del trabajo por sexos, ha sido colocada la mujer en las actividades de subsistencia más productivas y con ello en una posición de superioridad, de manera que no puede decirse que por razones biológicas se halle condenada a practicar actividades inferiores o subalternas: "La señora de la civilización, rodeada de aparentes homenajes, extraña a todo trabajo efectivo, tiene una posición social muy inferior a la mujer de la barbarie, que trabaja de firme, se ve en su pueblo conceptuada como una verdadera dama y lo es efectivamente por su propia posición", dice Engels.
Para no ir muy lejos, en lo que ahora es el territorio de Ecuador, nuestros pueblos, aun con características específicas, vivieron estas formas primitivas de la comunidad y la organización matriarcal, como lo demuestran numerosos historiadores e investigadores, cuyos trabajos sería largo señalar. No olvidemos el nombre de María Caiche, Cacica del pueblo de Daule, célebre no sólo por sus cualidades de mando, sino por su valor y fuerza física, pues venció y mató, en singular batalla, a un feroz cocodrilo. No es, pues, la mujer, por su naturaleza, débil y sometida al hombre, no siempre estuvo dedicada únicamente a las tareas del hogar ni condenada por su constitución biológica a menesteres inferiores, como lo ha de estar luego en la llamada civilización cristiana de occidente.
Pero con el desarrollo social, donde todo está en transformación permanente, esta comunidad primitiva, matriarcal, iba a perder su preeminencia y dar paso al patriarcado y la familia monogámica. El desarrollo de las fuerzas productivas implica que la agricultura llegue a ser la proveedora principal de los medios de subsistencia, a la que ahora se dedica preferentemente el hombre, desplazando a la mujer a las tareas del hogar con lo que encontramos una nueva división del trabajo en la que ésta comienza a ocupar una posición secundaria y dependiente. Por otra parte, el cultivo de la tierra, la ganadería, la artesanía, el laboreo de los metales, determina una mayor productividad del trabajo, la creación de un excedente, el cambio, la propiedad privada y la familia patriarcal como una necesidad de trasmitir los bienes por herencia y en la que todo el poder pasa al patriarca, al padre. No vamos a hacer una historia del desarrollo de la familia, ya que podemos encontrarla fácilmente en el libro de Engels; pero debemos anotar que las nuevas investigaciones no han hecho sino confirmar sus tesis, que demuestran que la familia "no significa el ideal, mezcla de sentimentalismos y de disensiones domésticas del filisteo de nuestra época; al principio, entre los romanos, ni siquiera se aplicaba a la pareja conyugal y a sus hijos sino tan sólo a los esclavos. Famulus quiere decir esclavo doméstico, y familia es el conjunto de los esclavos pertenecientes a un mismo hombre... y añade Marx "la familia moderna contiene en germen no solo la esclavitud (servitus) sino también la servidumbre; y desde el comienzo mismo guarda relación con las cargas en la agricultura. Encierra en miniatura, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y su Estado".
Con el fin de escamotear la organización matriarcal, como una etapa de la evolución de la humanidad y exaltar a la familia monogámica actual como una entidad permanente y eterna, los difusionistas, funcionalistas, estructuralistas, abandonan el estudio del desarrollo de la sociedad como un todo y el método histórico materialista, para darnos la simple descripción de diversas culturas aisladas, desconectadas unas de otras, sin sucesión ni relación alguna, en una especie de caos necesario para encubrir su hipocresía y sus posiciones reaccionarias. Lo que los identifica y une es su positivismo naturalista, que trata de parificar la naturaleza y la sociedad, presentando a la familia como un producto biológico, dado por la naturaleza de una vez para siempre, ignorando que se trata de un producto social que ha evolucionado a través del tiempo.