A puertas del inicio de la campaña hacia Carondelet y la Asamblea Nacional, los candidatos hablan y prometen un programa hacia la igualdad social, sin embargo, muchos de ellos no conocen el verdadero significado de la igualdad social. Dicen que la riqueza es la principal reguladora de lo social y de la propia existencia humana, si es así, entonces primero hay que atender la pobreza de buena parte de la población, pero para hacerlo no podemos perder de vista que esa regulación descansa sobre un andamio estructural político que hay que cambiar de manera urgente.
El escritor español Javier Cercas expresa que una sociedad sana debe tener tres tipos de individuos: “un maestro que enseñe a vivir, un médico que ayude a morir y, por último, una persona que diga no”, no a todo lo que se nos ofrece, individuos que sean críticos y reflexivos. De allí que la tarea principal de la educación sea formar ciudadanos excepcionales y capaces de rebelarse con un rotundo no a la corrupción para así resguardar la dignidad personal y de la comunidad. La sentencia de Juan Montalvo sigue vigente: “desgraciado del pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano, donde los estudiantes no hacen temblar al mundo”.
Los empleados y trabajadores jóvenes no pueden permanecer contemplativos de nuestra realidad. Es cierto que la pandemia generó una escalada de la ya existente crisis social, económica y política. En cuanto a la seguridad social, está en juego su propio futuro, más allá de los desfalcos de los directivos que se han turnado, el modelo actual es insostenible en el tiempo, sean conscientes de que sus aportes tienen un respaldo incierto. Es la hora de asumir no solamente compromisos en las urnas, sino ante todo, unidad, organización y responsabilidades para exigir del Estado respuestas inmediatas y no solamente promesas que finalmente no se cumplen.
La juventud que es parte de los trabajadores, campesinos, obreros, estudiantes bachilleres que no pueden ingresar a la universidad, de los estudiantes universitarios, de los miles de profesionales desocupados, no pueden dejar su innata rebeldía ni renunciar a los grandes desafíos de transformar la sociedad y construir ese nuevo país donde realmente se trabaje por la igualdad social, por disminuir la brecha de la pobreza frente a la riqueza oligarca. En efecto, los jóvenes tienen derecho a respaldar al sistema actual o trabajar para que el ordenamiento jurídico y los valores éticos guíen la actividad socio económica y política de los ecuatorianos.
Finalmente, jóvenes, no olviden que durante los dos gobiernos de la “revolución ciudadana”, Odebrecht para hacerse de las grandes obras de infraestructura no solo corrompió a los correístas y morenitas, sino a cientos de políticos y funcionarios públicos y privados como lo documentó Fernando Villavicencio y lo denunció Geovanni Atarihuana en su momento, y que luego la propia Odebrecht, reconocería que sus socios locales estaban al tanto de los sobornos y que aportaban para diferentes “gastos” del gobierno.