En octubre de 2019 el pueblo boliviano respaldó en las urnas y en las calles a su gobierno, sin embargo, la oligarquía encabezada por el expresidente Carlos Mesa, Luis Almagro de la OEA, y Luis Fernando Camacho Ministro de Gobierno, gestor del golpe de Estado contra el presidente Evo Morales. Los golpistas posesionaron a Jeanine Añez en el cargo de Presidenta, la misma que fue reconocida inmediatamente por la OEA y los presidentes Bolsonaro, Duque y Piñeira.
El triunfo en Bolivia de Luis Arce y David Choquehuanca, es una victoria incuestionable que confirma primero, que en octubre de 2019 no hubo fraude pero si una operación descarada de la ultraderecha boliviana patrocinada por la OEA y el Gobierno Norteamericano, para desestabilizar la democracia y destituir a Evo Morales. Por otro lado, es también el triunfo del pueblo en medio del territorio y con las reglas impuestas por los políticos golpistas. Es un triunfo sobre los banqueros, empresarios, terratenientes, sobre los poderes mediáticos y hegemónicos.
Muchos se preguntan por qué gana nuevamente el MAS, que a pesar de sus siglas, no es un movimiento socialista ni de izquierda; es si, un movimiento progresista que demostró estar comprometido mayoritariamente con los sectores populares, en especial con las organizaciones indígenas, campesinas y obreras. Durante el gobierno del MAS, el PIB se cuadruplicó; los niveles de pobreza disminuyeron del 70% al 35%; y en el tema educativo la inversión superó el 12% del presupuesto general.
Cuando la ultraderecha boliviana puso a su “princesita” de presidenta, ellos mismos confirmaron que no tienen alternativas a su modelo neoliberal. Las mismas recetas de siempre, ajustes fiscales, privatizaciones, recortes de los recursos públicos y de las políticas sociales, alienación de la soberanía nacional, endeudamiento externo, etc., todo a espaldas del pueblo. Como si fuera poco, mayor persecución, represión y judicialización de las protestas populares. Esas son entre otras las razones del triunfo del MAS y del fracaso de la derecha golpista, que al otro día de la posesión de Añez sacaron a relucir un racismo enfermizo de corte fascista, insultaron al pueblo indígena, a sus símbolos y a su cultura.
Para la derecha boliviana y latinoamericana que de manera hipócrita se sorprenden del triunfo de Luis Arce y del MAS, está claro que el pueblo es sabio y que supo reconocer el trabajo realizado a favor de los desclasados y postergados de Bolivia, por la recuperación y defensa de los derechos que por más de quinientos años les fueron negados, y que ahora junto a su gobierno volverán a caminar en resguardo de los recursos naturales para todo el pueblo y no solamente para las élites.
Finalmente, queda un gran desafío para el nuevo gobierno. Que en palabras del mismo Luis Arce, gobernará para todos y que luego de “recuperar la democracia y la esperanza”, se recobrará la confianza y la estabilidad económica para “beneficiar a la pequeña, mediana, gran empresa, al sector público y a las familias bolivianas”