viernes, 30 de octubre de 2020

Rafael Riofrío Tacuri: Maestro militante.

La pizarra y la tiza son su trinchera para sembrar conciencia, forjar dignidad y defender las causas populares

Rafael Riofrío Tacuri nace el 15 de enero de 1960, en Loja, Ecuador, en una familia trabajadora formada en la cultura del esfuerzo y la dignidad. Su padre, carpintero; su madre, mujer firme e íntegra, inculcaron en sus hijos el respeto por la justicia, el valor de la palabra y el amor por la educación. Ese hogar humilde y digno sembró en él la convicción profunda de que el conocimiento no es privilegio, sino derecho del pueblo. Desde niño comprende que la pobreza no es un destino, sino una imposición de estructuras injustas que deben ser transformadas mediante organización, conciencia y lucha.

En la Escuela Miguel Riofrío, su temprana inquietud intelectual se nutre del polvo de tiza, del olor a madera y del silencio de la lectura. Allí empieza a comprender que la educación es terreno fértil para despertar conciencia. En el Colegio Daniel Álvarez Burneo se afirma como joven combativo, lector voraz, participante de debates y movilizaciones estudiantiles. En la Universidad Nacional de Loja a más de su formación académica, profundiza en el estudio y análisis de la realidad nacional, y se integra al movimiento estudiantil en defensa de la autonomía universitaria, la libertad de pensamiento y el derecho del pueblo a participar en la construcción del destino nacional.

Su decisión de estudiar en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú amplía radicalmente su horizonte. Allí conoce experiencias de lucha de América Latina, África, Asia y Europa. Accede directamente al pensamiento socialista, al marxismo vivo y no dogmático, a la pedagogía crítica latinoamericana y al antiimperialismo como ética concreta de solidaridad. Rusia se convierte en terreno fértil para comprender que la historia no es una línea muerta: es campo de batalla, y el maestro es un protagonista político.

Al regresar a Ecuador, Rafael luego de sucesos inesperados ingresa al magisterio nacional y convierte el aula en su trinchera principal. Imparte matemáticas durante más de treinta años en escuelas públicas, donde se encuentra con los hijos e hijas de trabajadores, artesanos, comerciantes, obreros, campesinos y migrantes. Allí hace lo que cree y cree en lo que hace: enseñar es un acto político, una forma concreta de militancia. No se limita a transmitir contenidos. Siembra conciencia, despierta pensamiento crítico, combate el miedo a la matemática y demuestra que el conocimiento es herramienta para analizar la realidad y transformarla. Su pedagogía combina rigor científico y ternura humana. Exigencia, sí. Pero también acompañamiento, paciencia, escucha. El aula para él no es burocracia pedagógica: es territorio de emancipación.

Rafael comprende que la lucha pedagógica se articula a la lucha gremial. Desde joven milita en la Unión Nacional de Educadores (UNE) y en la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE). Defiende el salario digno, la estabilidad laboral, la vivienda para maestros, la educación pública, la autonomía educativa y la dignidad docente. No se encierra en el aula: aporta en asambleas, movilizaciones, marchas, caravanas y encuentros de formación. Es parte del Frente Amplio de Izquierda (FADI), de la Juventud Comunista y del Partido Comunista del Ecuador. No defiende solo derechos sectoriales: defiende proyecto histórico. Sabe que la educación no es neutra. O libera o domestica. Y Rafael elige liberar.

Su palabra pública denuncia sin ambigüedades la mercantilización educativa, la imposición neoliberal, la subordinación del Estado al capital financiero, la conversión del estudiante en cliente y del maestro en operador de módulos estandarizados. En cada espacio insiste: la escuela pública es patrimonio del pueblo trabajador, y defenderla es deber de clase.

Participa como facilitador en procesos de formación docente y en seminarios internacionales. Llega a Perú, Bolivia, Colombia, Guatemala, Nicaragua, Cuba y Ecuador llevando su testimonio y su pensamiento. No presume títulos: comparte experiencia y siembra confianza política y pedagógica. Escribe artículos, ensayos y versos breves de amor y de combate mantienen viva su voz liberadora, su fe en el pueblo y su incansable lucha por un Ecuador digno y libre. Desde blogs, redes y medios comunitarios sostiene su voz combativa. No busca aplausos: busca despertar conciencia.

Hoy, este acto gremial no es clausura, ni despedida, ni funeral simbólico. Hoy celebramos su jubilación, sí, pero la reivindicamos en el sentido histórico que a Rafael le corresponde: la jubilación no lo retira de la lucha; lo libera de la esclavitud laboral del Estado para disponerse a nuevas trincheras. Hoy no se cierra una puerta. Hoy se abre un tiempo nuevo.

Hoy reconocemos que la pizarra y la tiza fueron arma política. Que la clase de matemáticas fue escuela de pensamiento crítico. Que el aula pública fue su puesto de combate. Que miles de estudiantes salieron de sus clases con una semilla: comprender el mundo para transformarlo.

Y hoy, frente a él, frente a su ejemplo, frente a esta vida entera entregada a la causa del pueblo, decimos:

Rafael no se jubila del compromiso: se jubila del registro. Su lucha continúa. Su palabra continúa. Su tarea continúa.

Nosotros, sus compañeros, sus colegas, sus hermanos y hermanas de clase, no lo despedimos: lo convocamos. Porque si algo enseña su vida es que un maestro militante no se retira: se multiplica.

Y con esa convicción profunda levantamos su nombre, su historia y su ejemplo como bandera de combate y como brújula para seguir luchando por una educación pública digna, emancipadora, crítica y popular.

Por eso estamos aquí: para decir que Rafael Riofrío Tacuri, el maestro militante, no se jubila de la lucha.

Hoy no finaliza nada. Hoy comienza otra etapa de batalla al servicio, de la educación pública, de los derechos del magisterio, de los jubilados, de los trabajadores y del pueblo ecuatoriano.

Octubre / 2020 

Sus colegas de Huancavelica - Perú