Hasta hace poco se nos mentalizó a los ecuatorianos que
vivíamos una serie de cambios en los aspectos socioeconómicos, pero que
no era una época de cambios sino un cambio de época, una administración
revolucionaria para combatir la pobreza.
Y
es que la pobreza es parte de la agenda de los gobiernos en todo el
mundo. En el Ecuador, este mal social tiene profundos vínculos e
implicaciones que agrandan la brecha económica desfavoreciendo a los más
pobres y privilegiando a una minoría que disfruta de una posición
predilecta a costa de la explotación y del engaño a las mayorías que
cada vez ven más limitadas sus oportunidades de encontrar trabajo
decente para brindar al menos alimentación adecuada y vivienda segura a
su familia.
El
presidente Moreno en reiteradas ocasiones nos habla del programa toda
una vida. Sin embargo, sería mejor que empiece a demostrarnos cómo y
cuándo emprenderá en acciones para la disminución de la desigualdad
social. Como él mismo dice, es hora transitar o pasar de esta sociedad
organizada sobre bases egoístas a otra sociedad asentada sobre firmes bases
económicas, morales y espirituales, pero al fin y al cabo, en esa misma
sociedad dentro del estado de bienestar que perpetúa las inequidades.
Si
no entendemos que el hambre y la pobreza nos son fenómenos naturales
sino fenómenos sociales producto de las débiles estructuras económicas,
difícilmente se lograran cambios para combatir estos males. Es entonces
urgente convencernos, gobierno y ciudadanos, que
las caducas estructuras administrativas y económicas deben ser
sustituidas por otras que promuevan una economía más igualitaria y
equitativa para generar nuevas fuentes de trabajo para todos.
La
Comisión Económica para América Latina y el Caribe reiteradamente
señala que en los países del área andina es donde más se viven las
desigualdades, y que por tanto es un desafío fundamental para los
gobiernos de la región, trabajar en políticas para cambiar esta
realidad.
El
gobierno sostiene que son significativos los avances en la reducción de
la pobreza, porque dizque se han aumentado los salarios de los
ecuatorianos, sin embargo, no nos pueden hacer creer que el desarrollo
económico y social va más allá de cuánto se incrementan los ingresos de
los trabajadores; porque es obvio que en el Ecuador estamos aún lejos de
alcanzar el pleno disfrute de derechos esenciales en salud educación,
seguridad ciudadana, trabajo digno, entre otros, que definen el
cacareado buen vivir.