El
ex presidente Rafael Correa faroleaba reiteradamente, que los culpables
de la crisis política y económica en el Ecuador, no eran tanto las
empresas transnacionales sino los medios de comunicación que las
representaban, por la “mala fe y deshonestidad a la hora de informar.
Más
de una vez, rechazó el dialogo incluso con quienes inicialmente
contribuyeron a encumbrarlo, a envanecerlo en el poder. Negación que
sostenía con eso de “prohibido olvidar” y el ego de que él ganaría
cualquier elección. Ahora, que el Presidente Lenin Moreno, intenta
llevar el mismo proyecto político pero con un estilo moderado, es el
propio ex presidente, quien arremete en contra del anunciado dialogo.
Quizá solo sea temeroso de que esas tertulias con las organizaciones
políticas y populares, conlleve al derrumbamiento de la inexistente
revolución ciudadana.
El
solo anuncio de dialogar ya es un avance, lo que se logre o no, luego
será evaluado, sobre todo a sabiendas de antemano que hay dos visiones
enfrentadas durante diez años, las que hoy apuestan por el desarrollo,
la democracia, la paz y la equidad. Así lo entienden los invitados. Así
aspira sea las mayorías populares representadas en las organizaciones
sociales que el correísmo desconoció.
El
Presidente Moreno se muestra como un pedagogo del consenso, del
dialogo, aunque no del debate. Sabe bien que las diferencias conllevan a
futuros requerimientos y compromisos entre las partes. Mientras que las
posturas arrogantes desembocan en exigencias unilaterales como eso de
querer “fiscalizar, investigar, encubrir y absolver” el caso Odebrecht,
eso termina imponiéndose al débil, a los sin poder.
Se
ha empezado con el tema de las privaciones de la libertad por
cuestiones de carácter político, por las protestas sociales. Es un buen
punto. No se puede esperar todo de una vez. Poco a poco, entonces los
pequeños consensos irán pariendo grandes acuerdos que efectivamente
conduzcan a recuperar la patria para todos, a recuperar las libertades y
el pleno ejercicio de deberes y derechos. El problema entonces será
cuestión de paciencia, de saber esperar sin desmayar en el espíritu
popular.
Finalmente,
quizá sea necesario exigir prudencia a los revolucionarios fanáticos,
que siendo parte del mismo gobierno, lo dejen gobernar ciñéndose a su
lógica, a la lógica del dialogo, a la lógica de negociación social y no
traten de imponer y colocar obstáculos inútiles. Por su parte, los
trabajadores y la ciudadanía de pie, ha hecho ya su pronunciamiento de
respaldo.