A más de un candidato y candidata a asambleísta he escuchado decir que ha sido invitado a participar por tal tienda política sin ser afiliado. Uno de ellos aclaraba, que el mundo actual es complicado y la realidad dista mucho de las ideas. Que la gente no quiere ideologías sino pan.
Efectivamente, por simple razonamiento concluiremos que la realidad responde a una interpretación justa de los hechos y fenómenos en un contexto concreto, que dejarnos impresionar por lo aparente nos lleva a conclusiones erróneas.
Ciertos “políticos” repiten que las ideologías llegaron a su fin, y que como resultado de ello, hoy impera el “pensamiento único”, el pensamiento neoliberal que los “vivísimos” de la política se aprovechan para ofrecerle pan al pueblo pobre, olvidando la frase bíblica que “no sólo de pan vice el hombre”.
El neoliberalismo, en su afán de fortalecer la pseudo democracia del voto, inventó la personalización de la política, haciendo creer con estereotipos al electorado, que hay que votar tomando en consideración las cualidades y habilidades del candidato y no el partido, ni sus principios. Es decir, lo importante es la imagen y no la viabilidad de la propuesta o plan de gobierno.
Es lamentable que en la situación actual del Ecuador, esta falacia empiece a tomar fuerza por las severas dificultades económicas que vive buena parte del pueblo ecuatoriano, para quienes, la principal preocupación no es el tipo de gobierno o de presidente que tienen, sino que su objetivo principal es la sobrevivencia económica, por lo que no votan a favor de, sino en contra de.
Así los ciudadanos que aspiran mejorar sus condiciones de vida, ve en las campañas electorales una oportunidad para obtener un beneficio inmediato, que incluso llega a la necesidad de vender su voto al mejor postor. Al parecer no ha concluido aún, la época en que encuestas antojadizas y arregladas direccionaban el voto, o una borrachera pagada por los candidatos era suficiente para votar por él o por su partido.
Lo cierto es que los candidatos de allá y de acá, han retomado la pobreza y la corrupción como tema central de su proselitismo. Para unos el escenario político y social es color de rosa y verde agüita. Mientras que para otros, se ha utilizado la pobreza para cambiar el estatus económico de ciertos iluminados que creen han encontrado la llave de la felicidad.
Efectivamente, por simple razonamiento concluiremos que la realidad responde a una interpretación justa de los hechos y fenómenos en un contexto concreto, que dejarnos impresionar por lo aparente nos lleva a conclusiones erróneas.
Ciertos “políticos” repiten que las ideologías llegaron a su fin, y que como resultado de ello, hoy impera el “pensamiento único”, el pensamiento neoliberal que los “vivísimos” de la política se aprovechan para ofrecerle pan al pueblo pobre, olvidando la frase bíblica que “no sólo de pan vice el hombre”.
El neoliberalismo, en su afán de fortalecer la pseudo democracia del voto, inventó la personalización de la política, haciendo creer con estereotipos al electorado, que hay que votar tomando en consideración las cualidades y habilidades del candidato y no el partido, ni sus principios. Es decir, lo importante es la imagen y no la viabilidad de la propuesta o plan de gobierno.
Es lamentable que en la situación actual del Ecuador, esta falacia empiece a tomar fuerza por las severas dificultades económicas que vive buena parte del pueblo ecuatoriano, para quienes, la principal preocupación no es el tipo de gobierno o de presidente que tienen, sino que su objetivo principal es la sobrevivencia económica, por lo que no votan a favor de, sino en contra de.
Así los ciudadanos que aspiran mejorar sus condiciones de vida, ve en las campañas electorales una oportunidad para obtener un beneficio inmediato, que incluso llega a la necesidad de vender su voto al mejor postor. Al parecer no ha concluido aún, la época en que encuestas antojadizas y arregladas direccionaban el voto, o una borrachera pagada por los candidatos era suficiente para votar por él o por su partido.
Lo cierto es que los candidatos de allá y de acá, han retomado la pobreza y la corrupción como tema central de su proselitismo. Para unos el escenario político y social es color de rosa y verde agüita. Mientras que para otros, se ha utilizado la pobreza para cambiar el estatus económico de ciertos iluminados que creen han encontrado la llave de la felicidad.