En cierta ocasión escuche del Profesor David Pacheco Ochoa, que la democracia, “es como el amor, mientras te sonríe no nos damos cuenta de sus simplezas, solo cuando nos falta, sentimos como duele su ausencia”.
A menos de un mes del evento electoral ecuatoriano, se hace más evidente que la democracia burguesa o representativa como la pinta el sistema, se parece más al amor. Al igual que nos invade la angustia por no conocer bien a la media naranja, así nos llenamos de angustia cuando se acerca la hora de decidir nuestro futuro y no conocemos con claridad las propuestas de los candidatos, lo cual se vuelve más angustioso al vernos obligados a creer ciegamente en alguien.
En la democracia como en el amor, es preciso reconocer la diversidad de opiniones y los sentimientos del otro, de la otra. Ese reconocimiento, en el caso de la democracia nos conduce a tener una visión más clara del mundo, la cual es siempre cambiante y se enriquece con el debate, incluso con el conflicto.
El profesor Pacheco refería que en la democracia como el amor hay que tomar en serio y con respeto el pensamiento del otro, pero que respetar no implica que nos resignemos a aceptar o perdonar sin antes reconocer el hecho de que los seres humanos tenemos intereses diferentes, sin antes discutir, sin agresiones, sin violencia, sin ofensas, más bien aprovechando los puntos de vista diferentes y sus errores.
A menos de un mes del evento electoral ecuatoriano, se hace más evidente que la democracia burguesa o representativa como la pinta el sistema, se parece más al amor. Al igual que nos invade la angustia por no conocer bien a la media naranja, así nos llenamos de angustia cuando se acerca la hora de decidir nuestro futuro y no conocemos con claridad las propuestas de los candidatos, lo cual se vuelve más angustioso al vernos obligados a creer ciegamente en alguien.
En la democracia como en el amor, es preciso reconocer la diversidad de opiniones y los sentimientos del otro, de la otra. Ese reconocimiento, en el caso de la democracia nos conduce a tener una visión más clara del mundo, la cual es siempre cambiante y se enriquece con el debate, incluso con el conflicto.
El profesor Pacheco refería que en la democracia como el amor hay que tomar en serio y con respeto el pensamiento del otro, pero que respetar no implica que nos resignemos a aceptar o perdonar sin antes reconocer el hecho de que los seres humanos tenemos intereses diferentes, sin antes discutir, sin agresiones, sin violencia, sin ofensas, más bien aprovechando los puntos de vista diferentes y sus errores.
A lo largo de la historia la burguesía nos ha impuesto una democracia representativa, que consiste en que periódicamente los ciudadanos somos convocados a elegir entre distintos nombres que venden su imagen haciéndonos creer que son los que mejor nos representarían. Durante la campaña electoral los ciudadanos sufrimos el condicionamiento de la propaganda mediatizada y subliminal financiada por quienes reclaman la reelección o por los oligopolios al servicio de los sectores de la burguesía opositores al gobierno de turno.
La democracia como el amor es el resultado de una conquista previa. En el caso del amor los resultados los decide el corazón luego de pasar la prueba de la duda, de la duda sobre uno mismo. En la democracia los resultados electorales son manoseados por encuestas pagadas, con la compra de votos y otras formas de fraude que pretenden virar la opinión de los ciudadanos.
Por eso, como se dice en un matutino radial, pongamos en práctica la frase: los lojanos no votamos, decidimos.