viernes, 24 de octubre de 2014

Mentalidad revolucionaria y restauración conservadora



Luego del “sacudón” electoral de febrero último, en el que a pesar del ventajismo oficial, se dio un “revés” caracterizado, por el “sectarismo”, la debilidad de los gobiernos autónomos y al menosprecio a la oposición y a los movimientos locales, movimientos que ganaron gracias a la sintonía con los intereses de la comunidad y no por las definiciones ideológicas si acaso las tuvieron.
El oficialismo en su afán de justificar el denominado “sacudón” o “revés” electoral viene manejando la figura de la restauración conservadora, término que es cacareado para denostar de forma maquiavélica con la misma conceptualización neoliberal a los sectores progresistas y de izquierda,  que son los que realmente han venido y siguen luchando por que se instaure la democracia participativa, justicia social, redistribución equitativa, reconocimiento, identidad, etc.
Los revolucionarios del poder tienen temor a la restauración conservadora no tanto porque es contraria al proceso de la revolución ciudadana sino porque busca volver al pasado, a esa época dictatorial en la que a todo aquel que protestaba se lo acusaba de atentar contra la seguridad nacional y se le perseguía. Y desde luego, como lo dice el Pájaro Febres Cordero, “nadie quiere que se restaure esa horrible y tenebrosa época.”
La intención del discurso de la restauración conservadora, cala más en el sector oportunista de la militancia de país, quienes despistados y sin capacidad de análisis de los asuntos colectivos y públicos, imitan y mal la perorata del primer mandatario, intentando disfrazar como idénticas a la oposición popular con la oposición oligarca.
Al parecer la mentalidad revolucionaria hoy entretenida con el trauma de la restauración conservadora, impide mirar hacia los objetivos del buen vivir que deberían regir las políticas revolucionarias y no las que facilitan las condiciones para que los capitales multinacionales operen en el país satisfaciendo las demandas económicas e ideológicas de los grupos conservadores.
Los actores políticos precisan sumarse a las luchas de las organizaciones populares en su afán de construir un país más justo y solidario. No vaya a ser que la contradicción entre la revolución ciudadana y el apoyo popular se vuelva insuperable.