Preocupa
mucho que luego de 522 años de resistencia a lo que Bartolomé de las Casas
definió como “una auténtica invasión, masacre y genocidio”, en los planteles
educativos se siga celebrando el 12 de Octubre, como el descubrimiento de
América, acontecimiento importante, pero que en realidad fue fortuito.
Aún
es más preocupante, que por ignorar la verdadera historia, se someta a la niñez
y juventud a aprender una historia tergiversada, falsa; incluso hay quienes se
refieren a España como la “madre patria”. Quizá teman quedarse “huérfanos”. La
celebración del 12 de Octubre es una clara expresión de la dominación que
ejercen el imperialismo y los poderes centrales principalmente en la educación,
pues la historia no está contada como sucedió y por quienes deben hacerlo.
Aquel
12 de octubre de 1492, fue la coyuntura que aprovechó el imperio español para
allanar el camino de la invasión dejando sus huellas de exterminio brutal de
millones de aborígenes, de ocultamiento de la cultura ancestral y de saqueo de
nuestra riqueza. Debemos entonces, hacer una purga colectiva para comprender la
realidad histórica de esta invasión. Hoy a pesar del “progresismo de la
revolución ciudadana”, persiste el colonialismo que sigue conculcando nuestros
derechos colectivos como pueblos y organizaciones populares, que reprime nuestra
forma de pensar. Sin embargo, la situación está cambiando, cada vez son más quienes
promueven acciones liberadoras para recuperar nuestra identidad y dignidad.
Seguramente
los españoles, que incluso mandaron a callar al extinto presidente Chávez, tienen
motivo suficiente para conmemorar el viaje de Cristóbal Colón en el que
accidentalmente llegó a nuestro continente. Muchas son las interpretaciones de
este hecho en la marcha posterior de nuestros pueblos, pues aún nos queda el
reto del mayor descubrimiento de América, aquél donde “los latinoamericanos nos
descubramos a nosotros mismos”.
Es
Imprescindible que este 12 de octubre en escuelas y colegios, se resalte la
personalidad y se honre la memoria de Atahualpa, Rumiñahui, Quisquis; y de
quienes entregaron su vida defendiendo el Reino de Quito; que la niñez y juventud reconozcan la
preexistencia étnica y cultural de los pueblos originarios; que reflexionen
sobre el derecho a una educación bilingüe e intercultural, y que cuestionen
visiones etnocéntricas sobre las prácticas culturales en el Ecuador y en la
América hispana.