sábado, 4 de octubre de 2014

Al parecer la ética y la lealtad se han traspapelado



Dos de las cualidades humanas más preciadas son la moral y la ética. Lamentablemente confundidas como sinónimos. No lo son. Mientras la moral tiene su base social, en un conjunto de normas establecidas en el seno de una sociedad, que se transmiten de generación en generación. En cambio la ética surge como tal en la interioridad de una persona, como resultado de su propia reflexión; y de la elección de ciertas normas que las ha esclarecido y adoptado en su propia mentalidad.

La ciudadanía de a pié pero en especial los políticos deberían propiciar en todo momento una visión integral del ser humano y de la sociedad, no desde lo moral sino desde lo ético. Enalteciendo la tolerancia, el respeto y la convivencia como pilares fundamentales de la coexistencia, a fin de que sean los propios ciudadanos quienes tomen conciencia de la dignidad o no de los servidores públicos y de los políticos, sin distinciones de ninguna clase. Más aún, en estos tiempos donde no son tan claros los espacios que deben ocupar la moral individual y la ética universal.

La discusión entre moral y ética es lo que debilita la búsqueda y hallazgo de la convivencia de las clases políticas que en nuestro país se ven amenazadas e interferidas mutuamente por el inútil egocentrismo de ciertos politicastros que al decir de Ricardo Mella, “son los que se ocupan de la desorganización de la vida social y política” y que coincidentemente, cuando están en la rueda del partido de turno en el poder, se creen una especie de filántropos muy influyentes y solidarios. En este caso, unos y otros merecen el calificativo de inmorales, sectarios y oportunistas.

Ahora que se acercan las efemérides patrias de varias ciudades, resulta fácil distinguir el verdadero valor de la ética. Cómo, recurriendo al método comparativo, el cual nos permite asegurar que nuestros próceres no tenían las pretensiones de ser verdaderos políticos sino de verdaderos patriotas, capaces de sacrificar su vida y que en efecto la sacrificaron en su afán de liberarnos del yugo invasor y depredador de nuestro patrimonio natural para legarnos una patria libre y soberana.

Hoy parece que la ética y la lealtad se han traspapelado. Más grave aún, resulta no poder reconocer que la ética política no existe, lo que existe son los políticos….