Dos de las cualidades humanas más
preciadas son la moral y la ética. Lamentablemente confundidas como sinónimos.
No lo son. Mientras la moral tiene su base social, en un conjunto de normas
establecidas en el seno de una sociedad, que se transmiten de generación en
generación. En cambio la ética surge como tal en la interioridad de una
persona, como resultado de su propia reflexión; y de la elección de ciertas
normas que las ha esclarecido y adoptado en su propia mentalidad.
La ciudadanía de a pié pero en
especial los políticos deberían propiciar en todo momento una visión integral del ser humano y de la sociedad, no desde lo moral
sino desde lo ético. Enalteciendo la tolerancia, el respeto y la convivencia
como pilares fundamentales de la coexistencia, a fin de que sean los propios ciudadanos
quienes tomen conciencia de la dignidad o no de los servidores públicos y de
los políticos, sin distinciones de ninguna clase. Más aún, en estos tiempos donde
no son tan claros los espacios que deben ocupar la moral individual y la ética
universal.
La discusión entre moral y ética es lo
que debilita la búsqueda y hallazgo de la convivencia de las clases políticas
que en nuestro país se ven amenazadas e interferidas mutuamente por el inútil
egocentrismo de ciertos politicastros que al decir de Ricardo Mella, “son los que se ocupan de la desorganización
de la vida social y política” y que coincidentemente, cuando están en la
rueda del partido de turno en el poder, se creen una especie de filántropos muy
influyentes y solidarios. En este caso, unos y otros merecen el calificativo de
inmorales, sectarios y oportunistas.
Ahora que se acercan las efemérides
patrias de varias ciudades, resulta fácil distinguir el verdadero valor de la
ética. Cómo, recurriendo al método comparativo, el cual nos permite asegurar
que nuestros próceres no tenían las pretensiones de ser verdaderos políticos
sino de verdaderos patriotas, capaces de sacrificar su vida y que en efecto la sacrificaron
en su afán de liberarnos del yugo invasor y depredador de nuestro patrimonio
natural para legarnos una patria libre y soberana.
Hoy parece que la ética y la lealtad
se han traspapelado. Más grave aún, resulta no poder reconocer que la ética política
no existe, lo que existe son los políticos….