Recordemos de inicio: Que el brasilero Leonardo Boff, al igual que muchos otros sacerdotes y teológos de la liberación, fueron expulsados de la iglesia católica, por mantener manifiesto contacto con las comunidades de base u originarias; Los escándalos de los cardenales a lo interno de la iglesia católica y los abusos y desmanes del banco del vaticano; Fijemos especialmente la atención en el aumento de fieles de otros credos o a otras iglesias, como una de las mayores preocupaciones del Papa Francisco I y del Vaticano.
El viaje del Papa Francisco I a Brasil, tuvo como metas políticas, políticas eclesiales, disminuir las influencia de los religiosos involucrados en las luchas populares y sociales de los pueblos y comunidades; y, simultáneamente acompañar y tomar parte en las Jornadas Mundiales de la Juventud para respaldar las políticas de una nueva iglesia católica con la "transcendencia y presencia del Espíritu santo y la Renovación Carismática, trayendo nuevos ritos y confort espiritual", en otras palabras, para atraer más fieles al catolicismo con otras formas de conversión intensiva, casí al mismo estilo de los pastores evangélicos.
Claro que en el Brasil de hoy no están sacerdotes de la talla de Camilo Torres, Óscar Arnulfo Romero, Pedro Casáldiga, Ignacio Ellacuría, Hélder Cámara, Paulo Cerioli, Leonidas Proaño, entre otros, allá la curia progresista es más cautelosa y su accionar y discurso lo dirige de tal manera, de no incomodar a la cúpula papal.
Jorge Mario Bergoglio, Francisco I, hijo de un migrante italiano que trabajó como ferroviario en Buenos Aires, ni remotramente compartió los valores de los obreros organizados en su tiempo, "ni de lejos su formación estuvo atravesada por ideas progresistas", al punto que hoy mismo en Argentina es visto como un hombre de pueblo por ser "torcedor" del equipo San Lorenzo de Almagro y como un renovador conservador" por sus antecedentes religiosos. Posición que la confirma la edición del diario argentino La Razón: "El sumo pontifice va a intentar reforzar la identidad de la iglesia devota a los humildes, pero pasará lejos de la Teología de la Liberación y del ecumenismo".
El periodista argentino, politólogo y profesor universitario Bruno Lima Rocha, es muy claro al afirmar que el discurso del Papa "puede parecer transformador, pero refleja las disputas en la élite de la Curía Romana contra las que lucha". Por eso, el Papa Francisco I dice, "no traigo oro pero si el mensaje de Cristo".
Durante las últimas cuatro decadas, los Papas, Wojtyla y Ratzinger de manera especial en América Latina comatieron la Teología de la Liberación y sus prácticas ecuménicas socializantes; mientras que el actual, desde inicios del 2013, al parecer hace lo mismo, disimulando su hoja de rutra, combatiendo la opulencia en el interior de la iglesia y reclutando a los jóvenes para fortalecer la fe católica.
El citado Lima de Rocha comenta que es evidente que de alguna manera u otra, los pueblos latinoamericanos avanzaron en todos los sentidos, particularmente en la unidad y defensa de la soberanía; mientras que la iglesia católica no, y añade que "los defensores del catolicismo deberían estar debatiendo los problemas tabúes de su iglesia en vez de sólo contentarse con un Papa minimanmete correcto, aunque conservador".
El viaje del Papa Francisco I a Brasil, tuvo como metas políticas, políticas eclesiales, disminuir las influencia de los religiosos involucrados en las luchas populares y sociales de los pueblos y comunidades; y, simultáneamente acompañar y tomar parte en las Jornadas Mundiales de la Juventud para respaldar las políticas de una nueva iglesia católica con la "transcendencia y presencia del Espíritu santo y la Renovación Carismática, trayendo nuevos ritos y confort espiritual", en otras palabras, para atraer más fieles al catolicismo con otras formas de conversión intensiva, casí al mismo estilo de los pastores evangélicos.
Claro que en el Brasil de hoy no están sacerdotes de la talla de Camilo Torres, Óscar Arnulfo Romero, Pedro Casáldiga, Ignacio Ellacuría, Hélder Cámara, Paulo Cerioli, Leonidas Proaño, entre otros, allá la curia progresista es más cautelosa y su accionar y discurso lo dirige de tal manera, de no incomodar a la cúpula papal.
Jorge Mario Bergoglio, Francisco I, hijo de un migrante italiano que trabajó como ferroviario en Buenos Aires, ni remotramente compartió los valores de los obreros organizados en su tiempo, "ni de lejos su formación estuvo atravesada por ideas progresistas", al punto que hoy mismo en Argentina es visto como un hombre de pueblo por ser "torcedor" del equipo San Lorenzo de Almagro y como un renovador conservador" por sus antecedentes religiosos. Posición que la confirma la edición del diario argentino La Razón: "El sumo pontifice va a intentar reforzar la identidad de la iglesia devota a los humildes, pero pasará lejos de la Teología de la Liberación y del ecumenismo".
El periodista argentino, politólogo y profesor universitario Bruno Lima Rocha, es muy claro al afirmar que el discurso del Papa "puede parecer transformador, pero refleja las disputas en la élite de la Curía Romana contra las que lucha". Por eso, el Papa Francisco I dice, "no traigo oro pero si el mensaje de Cristo".
Durante las últimas cuatro decadas, los Papas, Wojtyla y Ratzinger de manera especial en América Latina comatieron la Teología de la Liberación y sus prácticas ecuménicas socializantes; mientras que el actual, desde inicios del 2013, al parecer hace lo mismo, disimulando su hoja de rutra, combatiendo la opulencia en el interior de la iglesia y reclutando a los jóvenes para fortalecer la fe católica.
El citado Lima de Rocha comenta que es evidente que de alguna manera u otra, los pueblos latinoamericanos avanzaron en todos los sentidos, particularmente en la unidad y defensa de la soberanía; mientras que la iglesia católica no, y añade que "los defensores del catolicismo deberían estar debatiendo los problemas tabúes de su iglesia en vez de sólo contentarse con un Papa minimanmete correcto, aunque conservador".