Durante un corto paseo por el oriente
nuestro, dialogué con Doña Chayo, una mujer trabajadora del día a día, me
pareció pasar de la ficción a la realidad y no es nada grato, sobre todo cuando
en la ficción se vive ese mundo ideal, ajeno al sin sabor y alejado de las
penurias.
Cuando vemos que mujeres como Chayo tienen
que vivir la realidad en este mundo, liarse con ella, agarrarla... entonces el
corazón se acelera, la sangre golpea, los ojos se irritan, las manos se crispan
y toda una se vuelve un...,
Mientras la saludo me dice doña Chayo, que
“este mundo es un falla”. Yo le
pregunto: ¿acaso hay dos mundos?. “Claro,
claro que hay dos mundos…”, me contesta.
Chayo es una que “no necesita el apellido para nada”, en su cara se refleja el dolor
que le ha ido dando la apariencia de años que no los tiene y en sus manos el
esfuerzo del duro trabajo cotidiano, sin seguridad social “ni bonos” pero si
con la obligación de dar techo, pan y escuela a cuatro hijos que trajo desde
Guadalupe.
Cuando le topo
el tema de las próximas elecciones, de la realidad nacional, del petróleo, de
la minería, en fin de nuestros recursos naturales… tajante me cuestiona: “realidad de quien de ustedes ha de ser por
que la nuestra no cambia es la misma, fue la misma de mis padres,
padecimientos, migración…; ¿recursos naturales de quién?, ¿riqueza de quién?. Nada,
todo eso es puro bla bla”. Me dice que ellos, que el pueblo de a pie ya
tienen su sino marcado, y no lo dice con tono conformista, sino con un tono de
protesta desesperada, desafiante...
Quedo
desconcertado cuando Chayo explica que hay dos mundos “y no me refiero al de los oligarcas porque ese es un mundo especial
sino al mundo de los tecnócratas y burócratas o sea el mundo de la no
necesidad, y al mío, el mundo de la necesidad perpetua”, dice.
Respecto del petróleo y de la minería indica
que para ella no significa nada, que sabe que dan mucho dinero, pero por su
pueblo no lo ha disfrutado nadie. “Bueno
a pesar de que no tengo carro, si he disfrutado de las carreteras, para migrar…
de una pobreza a otra pobreza no muy diferente”. Dice que las ganancias del
petróleo como de la minería la disfrutan unos cuantos, mientras los pobladores
se sacan la mugre ellos se llenan los bolsillos facilísimo. ¿Cuáles son ellos
le pregunto?: “Mire amigo, aquí todo el
mundo (los del otro mundo) cree que tienen derecho a todo. La gente se ha
acostumbrado a gastar, a mal gastar, a emborracharse de lujo, a despilfarrar.
Dígame usted los carros, los viajes. ¡Ni en los Estados Unidos! Aquí los
funcionarios presumen más que el Barack Obama. Hoy sacan billete para Miami,
mañana para Europa,... Mientras los del mundo de abajo se han acostumbrado a no
trabajar, a que todo les den hecho, a los bonos que regala el gobierno...hay
dos mundos, el uno se la pasa condecorando cada día un funcionario público y se
hacen comilonas mientras el otro mundo en las calles la gente se muere de
hambre, los niños comen miseria. Y las elecciones solo sirven para votar por un
partido o por alguien sin razonar, para ver si sacamos algún puestito en el que
no haya que trabajar y así cobrar por lo menos el bono, para eso sirven las
elecciones aunque no me ha preguntado. Y eso no puede ser. Como el Estado tiene
dinero petrolero, que pague el Estado. Y quién produce, ¿eh?, quién produce?
Aquí está el mal”.
Si estas palabras me las hubiese dicho
otra persona no le haría demasiado caso, pero tratándose de Chayo... ¡caramba,
que verdad más fuerte sale de su boca! Chayo, una mujer con la responsabilidad
para ella sola con cuatro hijos encima y de cómo echarlos para adelante, para
que el día de mañana... “ayuden a su
gente, sirvan a la patria”.
Las palabras de Chayo y de las miles de
Chayos son auténticas aunque llenas de sufrimiento, en ellas no hay intereses,
no hay proyecciones de oportunismo ni servilismo. El asunto es que cuando nos
olvidamos del sufrimiento propio y del ajeno, nos olvidamos del ser humano; y
entonces todo lo demás se vuelve pura fantasía, pura especulación.
Mientras los sectores populares sigan
atrapados en que si esta forma de gobierno, que si aquella; que si la otra; y no
razonemos que la única forma de mejorar nuestras condiciones de vida, es
incorporándonos a la lucha política, a exigir que los recursos económicos que
generan nuestros recursos naturales sean repartidos equitativamente en obras que
generen trabajo y desarrollo, entonces
nada cambiará…
Finalmente, pensé: ¡Me ha servido el
dialogo con Chayo! ¡Le servirá a
alguien!