Rosita, oriunda del cantón
Espíndola, vino a la ciudad como empelada doméstica. Pronto adquirió la
categoría de Madre. Ahora tiene dos hijos y otro en camino, vive arrendando una
habitación por las cercanías del Barrio Motupe. Ella todos los días debe
recorrer los mercados como vendedora ambulante de granos, en busca de mitigar
el hambre, la educación y el techo, perdido después del abandono del padre de
sus dos hijos, “él se fue para España, pero nunca volvió, nunca supe de él…”
dice.
Ayer muy temprano, Rosita,
con una canasta de granos, embarazada y de la mano de otro niño de tres años (“Nayito”), salió en busca de un cupo
para su primogénito de cinco años tres meses. Para que “mijo aprenda a leer y a escribir, para que no sufra tanto como una. Yo
lo anoté a mi Obercito en el mes de junio y hasta ahora no conozco con verdad a qué plantel mismo
irá”.
Luego acude (a pie) a la Coordinación Zonal de Educación,
le dicen que vaya al Distrito Educativo, llega y mientras espera quien le
aclare la situación de su hijo, aprovecha para vender choclo desgranado y
arveja a otras madres que igual de desesperadas claman por un cupo para sus
hijos.
Rosita se ve muy preocupada
al enterarse que otras madres protestan porque a sus hijos les han asignado cupos “en planteles extremadamente distantes
de sus domicilios”, escucha que a otra “mamá le han asignado cupos en planteles
diferentes y lejos uno de otro para sus hijos de segundo y octavo de básica”,
“el señor de allá, dice que su hija que va a octavo año de básica ha salido
favorecida para tres colegios, para la Miguel Riofrío, El Bernardo y el Rengel
que es nocturno, que no sabe que debe hacer en esos casos, porque ha ido a esos
colegios y dicen que no tienen el registro de su hija, se da cuenta, no hay
coordinación alguna, ested cree que este lió cambiará, que me darán un cupito
para mi Obercito….”, "me parece una falta de respeto porque me vean pobre
no me quieren atender… no se dan cuenta que una pierde de vender por hacer
todos estos trámites, no hay consideración…”.
Su pequeño “Obercito”, ajeno del problema, se entretiene con otros niños, antes asistió
a pre-básica en la Pompilio Reinoso y ahora al parecer le tocaría en la Adolfo
Jurado González, el niño alarga sus tiernos ojos mientras que su madre da
vueltas…, entra y sale. “Cómo voy hacer
una solicitud, que consulte en internet o que llame al 1-800-educación me dice
la licenciada…”
Rosita cuenta que apenas aprendió
a leer y escribir, porque sus padres, campesinos sin tierra, también pobres,
creían que las niñas debían estar en casa y que los varones debían ir a la
escuela para luego ayudar a la familia. Obviamente ni lo uno ni lo otro
ocurrió, porque ella huyó de su casa y “usted
ya me ve…” se lamenta. Dice además que cuando ella fue a la escuela, allá
en su natal Jibiruche, las clases eran monótonas, que su señorita se pasaba
llenando registros con datos “quien sabe
para qué y para quién”. Que la “seño”
poco se interesó por las niñas y niños “dejados”,
y menos por los pobres…, Le comento que soy profesor, “espero que usted sea diferente” me replica.
“Créame,
tuve que pagar dos dólares por una solicitud, aquí dentro mismo”, se
refiere a una oficina particular dentro del Distrito Educativo No. 1, la cual
me pide que le lea porque ella no entiende. “Y
ahora de dónde saco una carta de luz o de teléfono si la dueña de casa se
molesta conmigo…, cómo lleno los datos del padre, si a él no le importamos para
nada…” Le digo que firme. Pone su nombre y una línea recta. “Se da cuenta, esa es mi firma, un garabato”.
Que
el señor Ministro de Educación reconozca “que hubieron errores de asignación”
en los cupos, nadie lo niega, porque de verdad los HUBO. El fin era que con el uso de la informática
se iban a mejorar los procesos de matriculación, que la idea era que todos los
estudiantes estén cerca a sus domicilios, que los hermanos estén juntos, que
nadie se quedaría sin matrícula, etc., etc., afirmaban el Presidente Correa y
el Ministro de Educación, a quien al parecer le hacen falta unas cuantas
lecciones de gramática.
“Que
hubieron errores de asignación” en los cupos, los HUBO, porque al parecer los
cupos se entregaron o se están entregando sin respetar los criterios que el
propio Ministerio de Educación exigió.
Que
los padres y las madres de familia en estos primeros días de matrícula, están
indignados, lo están. Y lo están porque los tienen “de aquí para allá”.
Ellos y ellas al igual que Rosita, exigen información y solución a sus
reclamos.
Cabe
destacar que la señora Coordinadora Zonal de Educación, ha indicado que se
solucionarán todas las dificultades y que ningún niño o niña se quedara sin
estudiar.