jueves, 5 de noviembre de 2020

Prevenir la violencia y el acoso escolar

La violencia y el acoso escolar es un fenómeno social y complejo que afecta a millones de niños, niñas y adolescentes en todo el mundo. Es una realidad incuestionable con múltiples formas de presentación, la experiencia e investigaciones muestran que cuando las víctimas son los estudiantes, la mayor de las veces es subestimada o permanece sin ser atendida. Afectando el cumplimiento de los objetivos del proceso educativo, pedagógico y de enseñanza-aprendizaje; además de otros derechos e intereses de los menores.

 

La organización no gubernamental Bullying sin Fronteras propuso que el 2 de mayo se conmemore el “Día Internacional contra el bullying”, con el objetivo de sensibilizar a los gobiernos y a la sociedad sobre el riesgo de la violencia y el acoso escolar en niños, niñas y adolescentes a nivel mundial, así como buscar los mecanismos para evitar este mal. En respuesta, la Unesco, estableció el primer jueves de noviembre de cada año como “Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela”.

Es oportuno distinguir que violencia escolar va dirigida hacia varios estudiantes y es poco duradera, mientras que los actos de acoso escolar siempre son en tiempos prolongados y van dirigidos a un solo estudiante. Ambos casos comúnmente se dan entre pares, aunque se ha denunciado casos de agresiones de docentes a estudiantes o de estudiantes a docentes.

Cierta ocasión escuché que se llamaban por apodos soeces, que se ofendían con palabras de grueso calibre y amenazaban constantemente, observé que se empujaban unos a otros como lo más normal del mundo, sobrepasando la línea de la violencia. Pero alguien, a pesar de haber una interrupción constante en el proceso docente educativo, dijo que es “el ciclo vital de la niñez y la adolescencia”. Este tipo de apreciaciones, propias de la estructura jerárquica de la sociedad capitalista, incentiva este comportamiento donde unos mandan y otros obedecen. Los más perjudicados son los niños, niñas y adolescentes que sufren este y otros tipos de violencia, en ellos se evidencian dificultades en el aprendizaje, bajo rendimiento, abandono escolar e incluso llegan a infravalorarse e infringirse daño.

Los violentos y/o los acosadores suelen tener baja autoestima y pésimo bienestar emocional, pero sobre todo tienen una disimulada capacidad de aprender de sus compañeros, los rasgos físicos, deformidades o defectos físicos y psicológicos o tensiones de irritabilidad de sus compañeros. Tras lo cual desatan las diversas formas de “ataque” que pueden ser de forma física, verbal o psicológica y en la actualidad el “ciberbullying” a través de celulares y redes sociales.

Los adultos tenemos gran responsabilidad al no supervisar ni ser selectivos en lo que miran sus hijos, dejando a entera disposición de ellos el empleo de los medios de comunicación y redes sociales, a sabiendas que el uso de estos tiene impacto directo en el aprendizaje y en su comportamiento.

Finalmente, sólo tenemos un camino para acabar con este mal que perjudica a buena parte de niños, niñas y adolescentes, y es desde la interacción educativa y preventiva con las familias y comunidades, creando un clima escolar positivo, promoviendo actividades académicas grupales para favorecer las relaciones y habilidades sociales y personales, creando espacios y tiempos para establecer encuentros, supervisando los recreos y capacitando a los agentes educativos en el tema de la no violencia y acoso escolar para enfrentar estas conductas en el aula y fuera de ella.

 

viernes, 30 de octubre de 2020

Educaciòn liberadora e insurgente

 Para la mayoría de docentes que entre los últimos años optamos por el derecho a la jubilación, el bachillerato aconteció en medio de un período dictatorial; en 1971 el Doctor Velasco Ibarra, destituido por el Departamento de Estado Norteamericano por haber dialogado con Fidel Castro; en 1972 el General Guillermo Rodríguez Lara, que tuvo la audacia de denominar a su gobierno “nacionalista y revolucionario”; y de 1976 a 1979 un Consejo Supremo de Gobierno caracterizado por la represión a los sectores populares, encarcelando incluso a Monseñor Leónidas Proaño, obispo de Riobamba. En esas condiciones transcurrió nuestra etapa previa a la carrera magisterial.

Durante la formación y el ejercicio profesional hasta agosto del 2020, se dieron acontecimientos de múltiples luchas en calles y plazas, de protestas en exigencia de mejores condiciones de vida para el pueblo y en defensa de la educación pública. La disposición del magisterio fue de unidad y apoyo al deseo de cambio que se había instalado en el imaginario de la gente a partir de esos nefastos períodos y los que ocurrieron posteriormente hasta la actualidad. En este proceso de lucha, de rompimiento de temores, los docentes comprometidos con la sociedad nos volvimos insurgentes y críticos del autoritarismo imperante.

Desde los años ochenta del siglo anterior hasta la fecha, los docentes hemos ejercido la profesión en un escenario complejo y contradictorio. Por un lado, los derechos se conquistaban luego de intensas e incluso sangrientas jornadas de lucha; mientras a los pocos meses se aplicaban las recetas del FMI para castigar nuevamente al pueblo. Esta situación fortaleció la idea de que solamente la unidad salva al pueblo, cerramos filas sorteando obstáculos junto a la Unión Nacional de Educadores.

Eran tiempos en que la clase magisterial alcanzó su pleno desarrollo de unidad con los trabajadores, estudiantes, servidores públicos, campesinos, indígenas y sectores populares. Unidad que la codicia de los pseudo revolucionarios verde agüitas, intentó desmantelar paulatinamente utilizando la creación de sindicatos paralelos disfrazados de participación, sin autonomía pero si, burocratizados y obedientes.

En esta lucha, por supuesto que hemos coincidido en algunos espacios con las autoridades de educación y del trabajo, siempre para exigir se cumplan los derechos de los docentes y por una educación liberadora para todo el pueblo; pero siempre enfrentando, no solo las políticas que nos han llevado a la miseria, sino también a los burócratas que atornillados en sus cargos no daban paso al cumplimiento de la Constitución y las leyes.

Los docentes jóvenes, los más jóvenes, tienen que saber que sin atrincheramos solamente en las aulas, sino trascendiendo a las calles y plazas, junto a la UNE practicamos una educación liberadora desde las aulas y contestataria desde otros escenarios. Mas no todo fue unidad, también hubo divisionistas y sectarios que festejaron y aprobaron las dádivas de los gobiernos de turno, oportunistas que facilitaron la eliminación del escalafón docente para así poder acceder a cargos directivos en los planteles escolares, sin más mérito, que el de ser incondicionales al “amo”.