sábado, 20 de junio de 2020

Al pueblo lo que es del pueblo


Parafraseando parte de la expresión bíblica “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, pareciera que hay quienes quisieran que ante el extendido Estado de Excepción nos limitemos a las normativas que lo rigen, podría decirse que de acuerdo; pero hay también quienes quieren que creamos que la pandemia del COVID-19 es un castigo de Dios que llegó acompañado de la corrupción de estos neo fariseos que pululan alrededor de Carondelet y los Ministerios Públicos.
No son criterios opuestos, aunque si distintos, sumado a que ni unos ni otros respeten sus propias obligaciones y menos la Constitución y las leyes. No nos sorprende que nuestro país encabece las estadísticas del COVID-19, de la corrupción y de la arremetida contra los trabajadores y los sectores populares, a quienes bajo el pretexto del achicamiento del Estado, primero se da preferencia a la privatización de las empresas y servicios públicos y a las compañías oligárquicas redactando leyes tributarias y otras que precarizan y flexibilizan el trabajo en detrimento de la estabilidad laboral y de garantizar un salario justo, leyes que en definitiva conculcan derechos y disminuyen las condiciones de vida de los trabajadores y sus familias.
Infortunadamente siempre supuse que la legislación laboral no es regresiva, que los gobiernos están para garantizar los derechos a todos los ciudadanos, sin embargo desde hace más de una década y ahora aprovechando la coyuntura del COVID-19, derechos como el contrato individual de trabajo, salario mínimo, jornada máxima, pago de horas extras, sindicalización, huelga, contrato colectivo, seguridad social, vacaciones, amparo a la maternidad, el no trabajo infantil, las indemnizaciones por despido, accidentes y enfermedades profesionales, pago de utilidades, entre otros; en algunos casos se han disminuido y en otros se han suprimido.
Desde luego que la posición reivindicadora de los sectores populares, de la izquierda y de los trabajadores, toda la vida ha incomodado al sector empresarial y al Estado capitalista, éstos los han calificado de terroristas, socialistas, marxistas, comunistas, etc., etc., presionando a la par a los gobiernos para que les garanticen sus inversiones y sus ganancias depredadoras, cumpliendo recetas de organismos internacionales, que las imponen como en tiempos de las dictaduras que la CIA establecía en nuestros países.
En el gobierno de la revolución ciudadana entre comillas, nos hizo creer que habría un amplio cambio en la legislación laboral, reformas que finalmente se identificaron como neoliberales, puesto que derechos como la organización fue debilitado con la intención de liquidarlas, para ello se crearon organizaciones paralelas que condujeron al aumento del servilismo y a la profundización de la corrupción.
Sin embargo de estas limitaciones impuestas durante la era del correato, organizaciones como la Unión Nacional de Educadores ha cuestionado las reformas y junto a gremios de los servidores públicos y de trabajadores van forjando la unidad y recuperando fuerzas para ejercer la resistencia y protestar; así como acudiendo a las instancias legales para interponer los recursos que permitan restablecer sus derechos.

miércoles, 17 de junio de 2020

COVID-19 renueva necesidad de organización popular


Han pasado casi 90 días de confinamiento debido al COVID-19 que esta vez está acompañada de la pandemia de la corrupción. Durante este tiempo, no solamente se ha puesto de manifiesto que no hemos estado preparados en el campo de la salud, sino que son las camarillas de sinvergüenzas y rateros que rodean a los gobiernos de turno, los que se llevan con la complicidad de jueces los dineros del erario nacional.
El Gobierno Nacional y los gobiernos seccionales no han podido dar respuesta a la amenaza que representa la evolución de la pandemia de COVID-19, probablemente lo intentan, pero las redes de corrupción que no son de ahora, lo impiden, haciendo que los niveles de pobreza en los sectores populares aumente casi en el mismo porcentaje de la pandemia, todos reconocen, que los más pobres serán los más afectados, puesto que en general carecen de acceso a los más elementales servicios de higiene y salud, sumado a las deplorables condiciones de vivienda y de hacinamiento.
Ante esta realidad, la tarea más importante del Gobierno es la de garantizar el trabajo a las personas, a fin de que éstas puedan acceder a la compra de alimentos, de medicamentos y al pago de los servicios básicos. Pero en nuestro país sucede lo contrario, se eliminan fuentes de trabajo, limitando así, el derecho a la vida de la población. Al mismo tiempo se anula la libertad de reunión y de asociación y se pretende invalidar el derecho constitucional a la resistencia. Decretan un distanciamiento social con la clara intención de impedir que luchemos contra la corrupción y los corruptos, incluso con la amenaza de usar las armas contra el pueblo.
En el Ecuador más de la tercera parte de la población sobrevive del comercio informal, esto no es una aventura fácil en estos tiempos de confinamiento y prohibiciones. Muchos de los trabajadores informales dependen de sus ventas diarias, las mismas que han disminuido y en otros casos no hay. Los sectores de negocios semi formales y formales que se vieron obligados a cerrar durante la etapa del semáforo rojo, ahora corren el riesgo de caer de nuevo en la pobreza.
Lo cierto es que la enfermedad deja al descubierto las desigualdades sociales. El mencionado teletrabajo -que dicho sea de paso disminuyó la jornada laboral y por ende el salario de los trabajadores-, resulta ser un lujo que los pobres no se pueden permitir, en donde los altos niveles de informalidad laboral hacen que grandes sectores de la población queden excluidos de la seguridad social, aumentando como consecuencia de ello, las redes de la delincuencia social menor.
No hay duda de que la pandemia reveló los altos niveles de corrupción, la intención de privatizar algunas empresas estatales, la voracidad de la banca chulquera y de las transnacionales que someten al gobierno a los mandatos del FMI; pero al mismo tiempo, renueva la necesidad de la organización popular para luchar contra estas lacras sociales.

viernes, 5 de junio de 2020

Escuela Miguel Riofrío, 125 años entre la encrucijada del pasado y el presente


    Toda institución como singularidad supone entenderla en la encrucijada del pasado y el presente donde se pone en juego su devenir histórico, las experiencias vividas y aprendidas de los alumnos y exalumnos, profesores y exprofesores, directivos y exdirectivos, y de la sociedad lojana que en una continua actualidad emergente han resignificado constantemente el legado histórico del Doctor Miguel Riofrío, el diplomático, el periodista, el político, el educador, el escritor y autor de la primera novela ecuatoriana “la Emancipada”.
    Ex alumnos ahora padres de familia de la escuela, parecen reconstruir la memoria histórica del plantel, entre entusiasmo y nostalgia relatan algunas de las experiencias vividas que como imágenes persisten hasta la actualidad, se refieren particularmente a la disciplina. “había una rigidez en cuanto, no sólo educativo, sino disciplinaria, por ejemplo, se cantaba en voz alta el Himno Nacional y la vista a la Bandera mientras ésta se izaba; antes de entrar al grado había que formar; ya en el aula todo el mundo de pies saludaba al profesor”.
    La Escuela Miguel Riofrío construida con el legado benéfico del Dr. Bernardo Valdivieso, tiene como precursora a la Escuela de los Hermanos Cristianos fundada en 1871. Sin embargo al fragor del espíritu libertario de Eloy Alfaro, desde el 5 de junio de 1895 la escuela pasa a ser fiscal, teniendo como primer director al Dr. Benjamín Rafael Ayora Cueva. Por sus aulas han pasado en su condición de directivos, docentes y alumnos que con su trabajo prolífico contribuyen al desarrollo de Loja y el país.
    La sociedad puede visibilizar una escuela optimista y comprometida, un espacio educativo inspirado en lo fiscal y en lo laico, donde las niñas y niños entrelazan una ronda infinita de manos y esfuerzos que día a día se traducen en la esperanza de ser mejores personas, engrandecidas por los ideales de quienes iniciaron la historia de la Miguel.
    Sus Docentes y Administrativos, con la Dirección del Dr. José Orellana Yaguache y la colaboración entusiasta de las subdirectoras Dra. Marisol Salcedo Asanza, y Dra. Patricia Chimbo Fajardo, recrean una relación humana viva y perdurable que cual poderoso puente de comunicación sirve para una reflexión de largo aliento que los consolida e identifica como una escuela de calidad, en la que priman la diversidad, la inclusión y el servicio a la humanidad.
    Hago hoy en mi condición de exalumno y docente, un reconocimiento a la comunidad educativa Miguelina, en cuyo nombre honro a todos aquellos personajes que con el correr de las generaciones, han hecho del plantel una escuela gloriosa y símbolo del sur de la patria.
    Este aniversario se cumple en medio de una pandemia que ha alejado a todos de las aulas, si bien no hay el bullicio de los recreos, éste se escucha en los pocos alumnos que participan de las “clases telemáticas”, y en las reuniones virtuales de directivos y docentes, donde se siente ese calor humano de compañerismo reflejado en algunas mejillitas.