El
inicio de semana, la madre de un chico expresaba a otra: “duele escuchar y ver
los malos modales de los niños porque ya no se educa con el ejemplo…”
Coincidencialmente, la institución recibió la visita de los auditores
educativos, una de las preguntas al grupo de docentes, fue “¿en la escuela los
profesores educan con el ejemplo?”.
Me
indago ¿qué es educar con el ejemplo y cuál es el referente para decidir qué
son malos modales? En el afán de explicarme, recordé las palabras del Profesor Zimardo:
“no hay pequeñas malcriadeces, una malcriadeza es una malcriadeza y hay que
corregirla… me apena que incluso dentro de las escuelas haya estudiantes que no
respetan a los mayores y mucho menos se respeten entre ellos”.
Creo
que nosotros mismos nos irrespetamos todo el tiempo, al consentir y oír a
personas poco atentas y malintencionadas, que no ponen en práctica los
buenos modales. Sí, esas normas que pautan nuestro trato y comportamiento en
cualquier situación con quienes conocemos y desconocemos, sin importar la edad.
Nadie
duda que en casa los padres no siembren y cuiden de los buenos modales que
florecerán después, y que la escuela los reforzará en correspondencia con los
principios institucionales y del entorno social. Tampoco hay dudas sobre la
necesidad de educar con el ejemplo antes de pronunciar discursos retóricos. Sin
embargo, cada vez son menos los padres que inculcan a sus hijos normas básicas
de convivencia social, que siendo parte de una educación formal, no
necesariamente, deben enseñarse como contenidos de una asignatura como la matemática
o las ciencias naturales, si, como ejes transversales a éstas.
El
hecho de reconocer que hay malos modales, explica que somos capaces de
distinguir entre lo que hacemos y lo que debe hacerse, pero lamentablemente
ello no implica que seamos capaces de corregir a quien, justo a nuestro lado,
incumple con determinadas reglas. Y al final, no tiene caso culpar a la escuela
o a la familia.
Los
maestros deben tener claro, que su ejemplo muchas veces se toma con más firmeza
que el que se tiene en el hogar, por tanto debe fomentarse el vínculo entre la escuela
y la familia, caso contrario el aprendizaje de los buenos modales quedará en
terreno de nadie, o quizá solo escrito en códigos de convivencia que no pueden
llegar a todos por innumerables razones.