viernes, 28 de agosto de 2015

La dignidad no se fabrica ni se implora

Con el triunfo del actual Presidente, buena parte del pueblo ecuatoriano abrigó la posibilidad de que un gobierno de orientación progresista, cambiaría la estructura del Estado a favor de los sectores populares; y, que con la Constitución del 2008, se iniciaría un rumbo distinto al neoliberalismo. Sin embargo la posibilidad no es la realidad.
La bonanza petrolera fue la fuente para que, en una especie de baratillo populista, se construyan alianzas coyunturales tipo electoral, descuidando la verdadera alianza con las masas y con las organizaciones populares, a las que se pretendió someterlas al pensamiento único. Pero la caída del precio del crudo polarizó la lucha de clases, convirtiendo a todo aquel que se opone al caudillismo en desestabilizador de la democracia burguesa que promueve y defiende alianza país.
Los sectores populares y el propio Gobierno deben convencerse, que la dignidad no se fabrica ni se implora, se la conquista forjando la unidad, pero ello depende de cómo se logre el respaldo popular y de la preparación ideológica, moral y técnica de líderes para que ejerzan con honestidad y éxito lo que dispone la Constitución, y al mismo tiempo distinguir y confrontar a la derecha y al oportunismo, que también luchan por impedir los cambios fundamentales que los ecuatorianos necesitamos para lograr el anhelado buen vivir.
No solo se trata de hacer política para el pueblo, sino con el pueblo. No es aceptable continuar con la política del divide y reinaras, debilitando la institucionalidad de las organizaciones sociales y despotricando de las conquistas y de sus dirigentes cuando le son ajenos a sus objetivos y cálculos políticos. No puede hablarse de unidad utilizando las mismas muletillas y maniobras de la derecha, creando organizaciones paralelas y con un proselitismo goebbeliano convocar a la burocracia a protagonizar “vigilias”, dizque “para salvar la revolución”.
La lucha debe enfocarse contra el neoliberalismo y no contra el sindicalismo. Acaso olvidaron, si es que alguna vez aprendieron o lo leyeron, que el revolucionario, es ante todo un luchador social clasista, por tanto, unionista, honesto, solidario y ante todo humanista. El revolucionario respeta a las organizaciones y a las mazas y le interesa su porvenir, no les persigue ni encarcela. Por el contrario defiende la institucionalidad y lucha por la más amplia unidad popular para derrotar a la pobreza y al neoliberalismo.

viernes, 21 de agosto de 2015

La vieja táctica de divide y vencerás, fracasa



Las intenciones del Gobierno de sofocar la protesta de los trabajadores e indígenas con decretos como el del 15 de agosto de 2015, declarando el Estado de excepción en Ecuador por la situación del volcán Cotopaxi, y al decir del primer Mandatario "porque vivimos una emergencia, no de los tirapiedras”; sin embargo el mismo decreto se utiliza para reprimir y disuadir a los decepcionados de la revolución ciudadana en regiones alejadas del Cotopaxi, con evidente fracaso.

Por el contrario, las protestas por la dignidad y la vida se han extendido hacia buena parte de la población urbana del país que muestra su disposición a respaldar nuevas acciones de los sectores organizados en solidaridad con sus hermanos y hermanas “salvajemente” reprimidos.

El temor y la prepotencia es evidente en la élite “revolucionaria” del y de país, al extremo que en los denominados diálogos, muchos de los funcionarios del gobierno chantajean a los pobladores con “obritas de última hora”, que son de su obligación, enfatizando que quienes protestan ponen en peligro la revolución ciudadana y el “crecimiento” económico y social.

Es lamentable que desde Carondelet se haya abandonado la lucha contra la burguesía, reforzando su odio pasional contra los sindicatos, olvidando que estos, para que puedan jugar su verdadero papel en la construcción del “nuevo país”, deben fundamentar su actividad en la independencia frente a los partidos políticos y al Estado, en la solidaridad, en la unidad de acción y en la alianza con otros sectores sociales. No obstante, se aplica la vieja táctica de divide y vencerás como política de Estado para tratar de derrotar a la oposición y especialmente al movimiento sindical, que ante el fracaso, responde con nuevas acciones represivas como las de Saraguro, Macas y las de las ciudadanas Margoth Escobar y Manuela Picq.

Si se llama a un dialogo nacional, es necesario dejar de ver por todos lados a los ciudadanos descontentos como conspiradores, terroristas, desestabilizadores, etc., sino sentarse a dialogar con la predisposición de consensuar con todos los sectores y no solamente con los de buena fe, solo así, se despejaría y armonizaría el panorama de unidad con los sectores populares cerrando el paso a la derecha y otros sectores oportunistas, que aprovechándose de la terquedad gubernamental y del descontento social quieren pescar a rio revuelto.

viernes, 14 de agosto de 2015

Urge un dialogo nacional para hablar, pero asimismo para escuchar



La Marcha Indígena y Popular que recorrió buena parte de la serranía ecuatoriana, fue una celebración de la lucha por la vida y la dignidad, sirvió además para que la ciudadanía de a pie, reflexione acerca de su compromiso con la democracia y la libertad.
Cuando la marcha arribaba hacia la Plaza de la Independencia, autoridades y militantes de AP junto al mal tiempo, quisieron “aguar la fiesta”. Sin embargo, a fuerza unidad, consignas y confianza, la marcha continuó. Entonces entendí que los ideales siempre vencen y la voluntad se manifiesta en organización y solidaridad imprescindibles para derrotar definitivamente a cualquier sistema perverso, incapaz de compartir la riqueza en un país hecho de riqueza.
La memoria colectiva nos recuerda que en las luchas sociales, no hay empates; que mientras persistan gobiernos capitalistas disfrazados de progresistas o revolucionarios habrá postergación y miseria. La burguesía solamente ofrece la posibilidad de sobrevivir y optar por el mal menor. Por eso la marcha fue el espacio para forjar la unidad y solidaridad, para que no nos conformemos y salgamos a celebrar la vida resistiendo a la prepotencia.
Una de las marchantes a su paso por Loja manifestaba “que hay que valorar la sobrevivencia, pero que no hay tiempo que perder, que la democracia está en peligro, el futuro de nuestros hijos también… que en esta marcha tal vez falten más cosas, pero no podemos esperar, en el camino nos iremos mejorando”. Y efectivamente, quizá con incertidumbres pero la marcha avanzó fortalecida. Indígenas, campesinos, trabajadores y líderes populares marcharon mostrándonos su voluntad y dignidad, exigiendo el verdadero debate, porque no es hora de especular.
Urge un dialogo nacional para hablar, pero asimismo para escuchar. Lo diferente es lo que nos complementa. Precisamente ahora es “prohibido olvidar” que cuando lo distinto es utilizado como excusa para fracturarnos o dividirnos, como lo hace el oficialismo, termina ganando la ideología de los que mandan, de los que quieren mantenernos sumisos, no la nuestra. Pero ello, hay que perder el miedo y dejar las vacilaciones. Es necesario cambiarnos a nosotros mismos para construir el país equitativo y soberano que soñamos para nuestros hijos. Allí radica nuestra fuerza, nuestra esperanza.