Las intenciones del Gobierno de sofocar
la protesta de los trabajadores e indígenas con decretos como el del 15 de
agosto de 2015, declarando el Estado de excepción en Ecuador por la situación
del volcán Cotopaxi, y al decir del primer Mandatario "porque vivimos una
emergencia, no de los tirapiedras”; sin embargo el mismo decreto se utiliza
para reprimir y disuadir a los decepcionados de la revolución ciudadana en
regiones alejadas del Cotopaxi, con evidente fracaso.
Por el contrario, las protestas
por la dignidad y la vida se han extendido hacia buena parte de la población
urbana del país que muestra su disposición a respaldar nuevas acciones de los
sectores organizados en solidaridad con sus hermanos y hermanas “salvajemente”
reprimidos.
El temor y la prepotencia es
evidente en la élite “revolucionaria” del y de país, al extremo que en los
denominados diálogos, muchos de los funcionarios del gobierno chantajean a los pobladores
con “obritas de última hora”, que son de su obligación, enfatizando que quienes
protestan ponen en peligro la revolución ciudadana y el “crecimiento” económico
y social.
Es lamentable que desde
Carondelet se haya abandonado la lucha contra la burguesía, reforzando su odio
pasional contra los sindicatos, olvidando que estos, para que puedan jugar su
verdadero papel en la construcción del “nuevo país”, deben fundamentar su
actividad en la independencia frente a los partidos políticos y al Estado, en
la solidaridad, en la unidad de acción y en la alianza con otros sectores
sociales. No obstante, se aplica la vieja táctica de divide y vencerás como política
de Estado para tratar de derrotar a la oposición y especialmente al movimiento
sindical, que ante el fracaso, responde con nuevas acciones represivas como las
de Saraguro, Macas y las de las ciudadanas Margoth Escobar y Manuela Picq.
Si se llama a un
dialogo nacional, es necesario dejar de ver por todos lados a los ciudadanos
descontentos como conspiradores, terroristas, desestabilizadores, etc., sino sentarse
a dialogar con la predisposición de consensuar con todos los sectores y no
solamente con los de buena fe, solo así, se despejaría y armonizaría el
panorama de unidad con los sectores populares cerrando el paso a la derecha y
otros sectores oportunistas, que aprovechándose de la terquedad gubernamental y
del descontento social quieren pescar a rio revuelto.