El Gobierno de la denominada “revolución ciudadana” ha
optado por llamar al “dialogo por la equidad y la justicia” a los “sectores de
buena fe”, pero acentuando la judicialización de la protesta social a los
“sectores de mala fe”, contra quienes, a través de la prensa oficial muestra su
indignación porque rechazan su proyecto político, proyecto que al decir del
responsable de la Senplades, trata de “modernizar el Estado manteniendo intacta
la estructura capitalista”, aunque se maneje un discurso demagógico antimperialista.
Con evidente preocupación el Presidente Correa reconoce la
creciente convulsión social de los sectores ciudadanos y organizados que
reaccionan oponiendo resistencia más a la prepotencia y abusos de poder que a los
dos proyectos de ley de Herencias y Plusvalía retirados temporalmente “por la
visita papal”.
La excesiva intromisión en la Asamblea Legislativa, que con
una mayoría sumisa aprueba todo lo que
propone el ejecutivo bajo el pretexto de caminar hacia una profunda
transformación normativa para la “redistribución de la riqueza”, ha conllevado,
por un lado, a que los grupos de la burguesía criolla de la principales
ciudades gane protagonismo; mientras tanto, los sectores de izquierda intentan
con relativo éxito capitalizar el descontento popular de la ciudadanía, que
dicho sea, reclaman sus derechos a la organización y a la resistencia más allá
de no haber sido informados ni consultados en temas de transcendental
importancia para el desarrollo nacional y de profunda repercusión sobre sus vidas.
El movimiento alianza país que se dice de izquierda, por
tanto más cercano a los sectores populares y progresistas, en lugar de
cualificar a estos de conspiradores y con epítetos vulgares, debería buscar
consensos para una agenda nacional de gobernabilidad en beneficio no sólo de
las “mayorías” sino de todo el pueblo.
Cabe preguntarse, ¿Quién se beneficia si triunfara el
“fuera Correa fuera”? La interrupción del proceso democrático, servirá de pastel para repartirse el poder
entre grupos ideológicos diversos y hasta antagónicos que, incluso si
erradicaran la prepotencia y el abuso de poder, postergarán los anhelos de
libertad y emancipación para lograr una vida digna para los y las ecuatorianas.