Concluyó en Argentina la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños – CELAC. Una de las principales declaraciones fue: "Afirmamos el compromiso de los miembros para avanzar con determinación en el proceso de integración, promoviendo la unidad y la diversidad política, económica, social y cultural de nuestros pueblos". Se dijo, que es urgente una agenda común de la CELAC para respaldar la democracia, la promoción, protección, respeto de los Derechos Humanos y la lucha contra la pobreza.
La integración regional es el proyecto más significativo, no sólo por la perspectiva estratégica de levantar una agenda común frente a las arremetidas de la globalización, sino también porque abre un abanico de posibilidades para que los pueblos puedan delinear sus propias iniciativas y herramientas políticas, económicas y socioculturales orientadas a fortalecer la participación efectiva y el desarrollo de la región.
En efecto, la democracia y la pobreza son temas que los gobiernos de turno junto a la partidocracia burguesa y oportunista muestran preocupación solamente en tiempos de elecciones; saben bien que las personas en situación de pobreza siendo la mayoría tienen la tendencia a abstenerse de votar, por ello y a esos sectores dirigen el proselitismo dadivoso y engañoso. Ahora bien, si los pobres participan en las elecciones menos que las clases medias y los ricos, participan todavía menos que ellos cuando se trata de involucrarse en la problemática colectiva porque están más afanados en encontrar unos cuantos dólares para satisfacer las necesidades básicas, que en discernir acerca de la problemática social y política que los tiene sumidos en la miseria.
De allí que la participación en la democracia representativa y “participativa” entre comillas es mínima, la ciudadanía se limita a elegir cada cuatro años a los representantes que han de gobernar y legislar a nombre de ellos, pero con políticas que solamente favorecen a las clases medias altas y a los grupos de poder. Insisto, la burguesía junto a los gobiernos de turno, olvidan que la base de la democracia, no son solamente las elecciones, sino y en último término la inserción de la gente en la sociedad y la propia autorrealización personal como ser humano.
La crisis socio económica, pero sobre todo la crisis moral que vivimos, nos plantea desafíos que van mucho más allá de las elecciones y de una mísera consulta que no resuelve la crisis, se trata de luchar por la igualdad, la equidad y la solidaridad como un primer paso para la construcción de un Ecuador soberano que realice una profunda transformación estructural de la administración política que garantice paz y seguridad ciudadana y social.
A las organizaciones sociales y movimientos progresistas y de izquierda corresponde forjar la unidad popular para subvertir el atraso, la pobreza y la redistribución de la riqueza a fin de mejorar las condiciones de vida de las poblaciones excluidas y discriminadas por el inhumano capitalismo encarnado en el gobierno del encuentro.