La Ministra de Educación se jacta de que más de 500 escuelas y más de 100 000 estudiantes del régimen Sierra y Amazonia, retornaron a clases presenciales; se jacta de inaugurar una escuela fiscal de educación a virtual en todo el país, lease bien, una escuela en todo el país; se jacta del programa “Apadrina una escuela”, en el que, supuestamente las empresas privadas invertirán 600 millones para repotenciar 10.000 escuelas. ¿Repotenciar? ¡Acaso ya están potenciadas! Tecnocracia ciega, o mejor dicho insensible. Aún buena parte de plantes no tienen acceso a agua potable, otras están semidestruidas, no hay equipos tecnológicos y peor conectividad. Pese a esta cruda realidad, el gobierno no destina el presupuesto constitucional, al contrario, se empeña en el apadrinamiento de escuelas, programa que ya fracaso durante la etapa del correato. En otras palabras, “disimuladamente” abre las puertas a la privatización de la educación.
Si se apadrina una escuela, por qué no se apadrina la pobreza. La ONU, al declarar el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, proponía como lema: “no dejar a nadie atrás, pensar, decidir y actuar juntos contra la pobreza extrema en todo el mundo.” El gobierno del encontronazo, parece desconocer esta declaratoria, por eso, pone especial atención en la venta de empresas públicas, en la explotación petrolera y minera que genera ganancias a la burguesía, pero no hace nada por visibilizar la pobreza y a los pobres del Ecuador. En suma, no hay iniciativas que favorezcan al objetivo de generar fuentes de trabajo y una renta básica que contribuya a acabar con la creciente indigencia en el país.
Las organizaciones sociales y de trabajadores, exigen del Presidente Lasso y su gabinete que sitúen la erradicación de la pobreza y la exclusión social en lo más alto de las prioridades Eso implica crear políticas de gobierno que replanteen el reparto de la riqueza a través de la acción de los poderes públicos. Por otro lado, está en manos de la Asamblea Nacional acabar de un plumazo con la pobreza extrema y la creciente exclusión social, es decir, elaborar las leyes respectivas que fortalezcan la institucionalidad y el desarrollo del país, y a la vez, garanticen la estabilidad de los trabajadores, la seguridad y un salario básico que dignifique la vida humana.
Tal parece que la historia se repite cada cuatro años como una liturgia todos nos dicen que las cosas van cambiar. Nada más lejos de la realidad. Ahora mientras el presidente Lasso está entretenido en culpar al gobierno anterior y a la pandemia, los salarios se deterioran, aumenta la pobreza y crece la corrupción.