En los últimos días, en todo el Ecuador y
en nuestra ciudad han vuelto las preocupaciones por la pandemia del Covid-19.
Después de permanecer tres meses en “semáforo rojo” las autoridades
“flaquearon” con el cuento de recuperar la economía nacional, se dieron las
competencias a los gobiernos seccionales para cambiar a “semáforo amarillo”;
lamentablemente, el incremento de infectados al igual que la pobreza creció en
todo el país.
La realidad nacional muestra alcaldes,
prefectos, asambleístas ejerciendo sus funciones con grilletes; mientras que
otras escorias que denigran la política huyen del país. Falleció también el
prefecto del Guayas producto de un “infarto” causado por las preocupaciones del
involucramiento de él y su familia en negociados de los insumos sanitarios para
combatir la pandemia.
La realidad también nos muestra que en
nuestro país existe una minoría enriquecida disfruta de todo y sin temor a la
contaminación, mientras que la mayoría pobre de trabajadores y campesinos
padece de necesidades que los obligan a salir a las calles a buscar el pan
diario y en no pocos casos a morir por el siniestro virus y otras males como la
anemia, la tuberculosis, el dengue que parecían ya erradicadas de nuestra país.
Aún podemos encontrar buena parte de sectores suburbanos y rurales careciendo
de agua potable y saneamiento adecuado que resaltan la naturaleza
antidemocrática con que han sido tratados por los gobiernos de turno. En este
punto el gobierno ineficaz heredado de la “revolución ciudadana” intenta
justificarse entregando una escasa canasta de alimentos o ayuda económica que según
lo reconoce el propio
gobierno, llega solo a una fracción de los
destinatarios que realmente la necesitan.
El Gobierno y la Asamblea Nacional en acuerdo
mutuo aprobaron medidas de austeridad, que en medio de la pandemia conllevaron
a recortes en el gasto sanitario y de educación. Esta política económica
implementada no es nueva, son las ya tradicionales recetas que impone la oligarquía
criolla en confabulación con la banca internacional, afectando precisamente a
los sectores populares con quienes dicen solidarizarse. La ciudad de Loja es un
ejemplo catastrófico del país en su conjunto, funcionarios y médicos de los
hospitales del IESS y del MSP reconocen no estar en condiciones de atender a
los pacientes de las provincias de Loja y Zamora Chinchipe, a lo que se suma
una buena parte de su personal infectado con coronavirus debido a una escasez
crónica de equipos de seguridad.
Hay que reconocer que la tal semaforización y el confinamiento social para
el control de la pandemia, no dará resultado, el “nuevo comportamiento” que
exigen las autoridades nacionales, no se compadece con la realidad de nuestra
población, donde más del 60% son trabajadores informales y subempleados que obligados por la necesidad romperán las medidas de
aislamiento para salir y ganarse la vida, y precisamente en la medida que
cientos de personas llenen calles y mercados todos los días tratando de comprar
y/o vender productos básicos, la tendencia al alza en nuevas infecciones será
inminente.