A
un mes y días de suspendidas las clases, el aislamiento junto al miedo y al
desconocimiento, puso al descubierto las falencias del sistema educativo. No me
referiré a eso, sino al rol del docente y de la escuela. En medio de la pandemia,
la sociedad y los padres de familia, valoran lo que hace un docente en el aula
y cómo se prepara para aquello.
En
“la escuela del mundo al revés” de Eduardo Galeano, cita que la escuela actual “es
la más democrática, no exige exámenes de admisión ni de promoción, no se cobran
matrículas, que en la tierra como en el cielo todo es gratuidad”. Algo parecido
sucede en el Ecuador, cuando el Ministerio de Educación dispuso de ipso facto
la educación virtual, creyendo que todas las familias tenían acceso a Internet
y al menos una computadora en casa. No obstante, la mayoría de estudiantes y
padres de los que acceden a Internet, lo hacen más como entretenimiento en redes
sociales o juegos en línea.
Mientras
no atinemos a comportarnos adecuadamente para evitar la contaminación y
propagación del virus, no sabremos de su avance y hasta cuándo, con certeza
tampoco se sabrán las condiciones para retornar a las labores. En el ámbito
educativo, aunque se haya dicho, que el año lectivo en el régimen sierra
concluirá de manera virtual; han surgido posiciones contradictorias. El
gobierno afirma los que docentes, estudiantes y padres de familia tienen a su
alcance todos los recursos tecnológicos para la modalidad virtual. Del lado de
los docentes, se muestra solidaridad y la necesidad de apoyar la continuidad de
los aprendizajes de los estudiantes; pero para ello exigen que se dote de
conectividad, herramientas tecnológicas y capacitación a los estudiantes y
padres de familias para trabajar en las aulas virtuales, que a la postre, es la
posición de los padres de familia.
Lo cierto es que, cuando volvamos a la escuela,
volveremos a una escuela diferente, aspiremos sea mejor que la que hemos tenido
hasta ahora. Habrá cambios aparentemente sencillos, como las horas de ocio o
recreo de los chicos. Obviamente cambiará nuestra forma de pensar. Hemos venido
deseando una “Escuela Nueva”, quizá este sea el momento de ponerse a planearla.
En
las ciudades con una población considerable, donde la economía es mayor que en
otras, y quizá menos en el sector rural, hay dos visiones respecto de retornar
a la “normalidad”. A los ricos, que son menos del 10 % de los ecuatorianos no
les preocupa el aislamiento, pues toda la vida han estado aislados cómodamente en
una vida de lujo y comodidades, además de contar con mecanismos efectivos de
protección. Mientras que más del 40 % de la población que no tiene esas
comodidades ni el pan de cada día, piensa en salir pese a las sanciones.
Quizá
sea muy pronto para valoraciones definitivas, pero lo de Guayaquil debe
ayudarnos a asimilar el peligro, y las autoridades y organizaciones ponerse de
acuerdo para juntos resistir la
enfermedad.