En 1980, vuelve definitivamente al Brasil. Ejerce por completo la defensa de la educación pública y del profesorado. Sus obras más destacadas son: Pedagogía del oprimido; La educación y el cambio; Pedagogía de la esperanza; Política y educación; Pedagogía de la autonomía; Ojo de agua; Pedagogía de la indignación; Cartas a quien pretende enseñar; entre otras.
En la sexta carta del libro, Cartas a quien pretende enseñar, responde a la pregunta que muchas veces nos hemos hecho: ¿Cómo debe ser la relación entre alumnos y docentes? Paulo Freire argumenta que estas relaciones deben ser horizontales y basadas en el diálogo, en lugar de verticales y autoritarias. El educador debe tener coherencia entre lo que piensa, dice y hace. Importa más orientar el proceso educativo, en lugar de ser un mero transmisor de conocimiento. Aboga por una pedagogía liberadora que fomente la participación activa, el respeto mutuo y la transformación social.
Paulo Freire, en esta carta, llama a los profesores, a reflexionar sobre el papel que cumplen en la sociedad y su responsabilidad frente a la lucha por la liberación y la transformación social. Enfatiza que los docentes deben comprometerse con las luchas populares e involucrarse activamente en la construcción de una sociedad más justa y equitativa, trabajando en solidaridad con los pobres para superar las estructuras de dominación y exclusión. Reclama asumir una postura ética y comprometida y no solo limitarse a un papel de observadores distantes.
Paulo Freiré nos hace un llamado a los maestros y maestras a establecer relaciones efectivas con los estudiantes. Esta sexta carta es, más bien, una guía de cómo debe dirigirse el maestro en su quehacer diario para lograr relaciones de respeto y solidaridad con sus estudiantes. Describe aquellas cualidades que deben poseer los maestros con este fin. Establece la importancia del testimonio del maestro y de que sus acciones no contradigan sus palabras. La importancia de conocer la realidad de los estudiantes y de su entorno, de su modo de pensar y sentir, para poder llevar a cabo un proceso de enseñanza que se base en las necesidades e intereses de ellos.
Finalmente, Paulo Freire recalca que “El maestro es, necesariamente, militante político. Que su tarea no se agota en el aula. Sino que exige un compromiso y una actitud en contra de las injusticias sociales. Que es necesario caminar con una legítima rabia e indignación, en busca de las transformaciones sociales”