Recién me hicieron referencia a una profesora que puede llamarse Laura, Alexandra, Yolanda, Mercedes… “Una maestra tan abnegada que sus alumnos aprenden casi sin darse cuenta y con alegría”. Tan buena es esta profesora que muchas veces se hace invisible y sus discípulos continúan trabajando sin que ella esté presente. Pero eso sí, cuando los estudiantes la necesitan siempre está allí.
Una maestra afable, de sonrisa ligera pero permanente, siempre atenta a los pequeños detalles y a los gestos de reconocimiento. Despierta y entusiasta porque su profesión coincide con su vocación. Recuerda el nombre de cada uno de sus estudiantes y también conoce sus virtudes y sus defectos, lo que le permite orientarlos para conseguir lo mejor de ellos como personas y como ciudadanos.
Una profesora con la capacidad de embelesarlos contándoles el cuento más fantástico del mundo y, al mismo tiempo, sorprendiendo con su dominio de los métodos de enseñanza y las pedagogías más emergentes. También a sus compañeros de escuela, los escucha, ayuda y anima y, “cuando puede los embarca en los más diversos proyectos para innovar la manera de enseñar en su escuela.” Me dijo que así es esta profesora y, ¿qué si conozco otras como ella?
Creo que todos los maestros y maestras tenemos muchas de las cualidades y habilidades de Laura. Pero me niego a pensar que no podemos ser como ella o que existan pocas Laura. No conseguiremos un cambio educativo si solo somos quijotes de la educación. Todo esto tiene sentido por una razón sencilla: Laura es lo que es, se siente maestra, vive con eficacia educativa la entrega diaria a sus alumnos, se muestra apasionada con su vocación, y comparte su experiencia educativa con sus compañeras.
He conocido a muchas “Laura”, sin embargo, a los docentes nos corresponde buena parte de los éxitos y fracasos educativos. Si permanecemos en la comodidad y enajenados de la problemática socio educativa, seremos cómplices de la manipulación política de los estudiantes y la sociedad. Por fortuna, hay maestros y maestras que son un poco más que la profesora “Laura”. Les preocupa el discurso oficial, por eso se responsabilizan en la formación de hombres y mujeres críticas capaces de comprender que las diferencias e inequidades sociales son parte del conflicto permanente entre los intereses de la burguesía y los intereses de la clase obrera.
En mi escuela conocí muchas “Laura”, que además de “despiertas y entusiastas”, sabían que la imposición de un modelo, de cualquier modelo vertical e individualista, deshumaniza y despersonaliza la labor docente y la formación de los estudiantes. Siempre acudían al dialogo mutuo para intercambiar experiencias y experticias. Desde luego que, para madurar ese espíritu de mejora, hay que educar para la emancipación y disfrutar del trabajo en las aulas.
Seguro mañana mis compañeros y compañeras compartirán con sus estudiantes este relato: lo harán “siendo Laura” entre ellos; “siendo” Laura con ellos; y “siendo” Laura para ellos.