Creo en vos, arquitecto, ingeniero, artesano, carpintero, albañil y armador. Creo en vos, constructor de pensamiento, de la música y el viento, de la paz y del amor…, son algunos de los versos del coro de la canción popular “misa campesina” de Carlos Mejía Godoy, la que se popularizó luego del asesinato de Monseñor Oscar Romero. La canción se convirtió en símbolo de la resistencia popular, razón por la cual, la Jerarquía Católica salvadoreña la prohibió por considerarla un peligro y parte de la teología de la liberación.
Del asesinato de Monseñor Oscar Romero se cumplieron 42 años. El Capitán Álvaro Saravia, el único condenado por el crimen, en el 2010 confesó que recibió la orden del líder anticomunista Roberto Aubuisson, del ultraderechista partido ARENA que gobernó El Salvador desde 1989 hasta el 2009. El homicidio, aunque no se conoce al ejecutor material, se cometió mientras Monseñor Romero oficiaba la misa en la iglesia de la Divina Providencia de San Salvador. Hasta la presente fecha, el caso sigue abierto sin sentenciarse a los verdaderos responsables. Por el contrario, los presidentes de turno, se han limitado a pedir perdón en nombre del Estado.
En la biografía Monseñor Romero, se destacan dos fechas que marcan su apego a los sectores populares. En 1975, la Guardia Nacional asesinó a varios campesinos acusados de guerrilleros, él se limitó a consolar tibiamente a los familiares, lo que hizo creer al Gobierno y a la oligarquía que Monseñor Romero podría ser el arzobispo capaz de contrarrestar el espíritu subversivo de los sectores populares. Sin embargo, en marzo de 1977 tras el asesinato del sacerdote jesuita Rutilio Grande, se apega a la teología de la liberación y al servicio de los pobres.
En 1979, Monseñor Oscar Romero se entrevista con el Papa Juan Pablo II, allí denuncia las atrocidades del gobierno salvadoreño; cuenta su biógrafo que el Papa, le recomienda que olvide las denuncias y que mejor le convenía ir de acuerdo con el Gobierno”, que por la época se debatía en una larga y sangrienta guerra civil. Se sabe que monseñor Romero salió llorando de esa audiencia, diciendo “El Papa no me ha entendido, no puede entender porque El Salvador no es Polonia”. Luego, en enero de 1980, el mismo Papa Juan Pablo II lo felicitaba por defender la justicia social, pero también le advertía de los riesgos que enfrentaba.
Dos meses después, en marzo de 1980, Monseñor Romero, segundos antes de su asesinato expresaba: “Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para la justicia y la paz de nuestro pueblo”.
La memoria no puede estar enajenada de la historia, hoy la figura religiosa y social de Monseñor Romero, sigue del lado de los pobres exigiendo un sistema político, económico, cultural y social más justo, digno, igualitario y equitativo.