viernes, 27 de noviembre de 2015

El desarrollo de los pueblos, es al mejoramiento de las condiciones de vida de la mujer

El pasado miércoles en todo el mundo se recordó el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, fecha que trae a la memoria el asesinato de las Hermanas Mirabal. Tres mujeres que por combatir la tiranía trujillana en República Dominicana, fueron encarcelas, torturadas, violadas; y a pesar de ello, al salir, siguieron luchando por las libertades, aunque luego, el 25 de noviembre de 1960, fueron asesinadas.
No es justo, que transcurridos más de cincuenta años, aún se siga rememorando este aterrador crimen como símbolo de la no violencia. Esta fecha debe ser una oportunidad para que hombres y mujeres renovemos el compromiso de trabajar para prevenir y erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres, las niñas; y, contra todas las personas que de una u otra manera son vulnerables en sus derechos.
Durante esta semana, organizaciones públicas, sociales y educativas, conscientes que las declaraciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas y de varios Estados, lamentablemente se han quedado solo en eso, en declaratorias, han programado presentaciones artísticas, foros, encuentros, conferencias, periódicos murales, etc., etc., para recordar este doloroso y a la vez heroico acontecimiento. La idea latente y común es el de impulsar un cambio de actitud en la ciudadanía respecto de los casos de acoso sexual, sufrimiento o maltrato físico, privación de la libertad, y la más grave, el femicidio, males que aún se dan en la mayoría de las ciudades.
Debe quedarnos claro, que el desarrollo de los pueblos y las condiciones básicas para el buen vivir, se miden primordialmente por la eliminación de todas las formas de discriminación y exclusión contra la mujer; y, por el mejoramiento de las condiciones de vida de la mujer, de todas las mujeres, de todo el pueblo.

Tampoco hay que olvidar, que la violencia contra la mujer es un hecho antiguo y cotidiano, producto de las desigualdades de poder. Pero no solamente del poder machista, sino particularmente de las relaciones de poder de la clase dominante en los gobiernos de turno sobre las clases populares, que incluso, han institucionalizado la disminución de los derechos humanos de la mujer y de las niñas, que siendo parte inalienable, integral e indivisible de los derechos humanos universales, dudan o ponen cortapisas para su pleno ejercicio.