Las vacaciones del Canciller y la
resolución de la Asamblea Nacional son la demostración irrefutable de que el
gobierno de la fraseología revolucionaria va perdiendo la iniciativa política;
es también un reconocimiento a la debilidad de su movimiento político e incluso
del deterioro de la “popularidad” del Presidente Correa.
Al decir del ex canciller Quinto
Lucas, “se publicita un gobierno explotando la esperanza y los sentimientos
populares, que en definitiva son subjetivos, que tarde o temprano se agota”. Esto
los hizo creer invencibles, que sumado a la prepotencia y la arrogancia se
dedicaron a descalificar a las organizaciones populares y a todo aquel que
opina diferente. De esa manera “infantil” abrieron paso a lo que ellos
denominan la “restauración conservadora” y de la cual son miembros algunos
funcionarios verdeagüitas.
Así la resolución tomada por la
legislatura en el ánimo de desvalorizar y frenar el descontento y las protestas
populares, más allá de mostrar su sumisión al poder ejecutivo y de denigrar a
la oposición, enciende el malestar ciudadano y aleja las posibilidades de un
dialogo serio, de un dialogo consensuador, que ayude a establecer mecanismos
políticos para el anhelado y postergado país del buen vivir.
La desesperación política responde
a la mala organización del movimiento país y de las aliadas organizaciones
paralelas, lo cual ha reducido su accionar a la tarea contestataria con un
discurso repetitivo a lo que propone la oposición. Tarea urgente del Canciller
es entender el escenario político actual y a la par, diferenciar la oposición
de los sectores populares que protestan por el respeto y vigencia de sus
derechos, de la oposición oligarca que ha guardado un silencio cómplice durante
los últimos ocho años y que hoy se moviliza porque ve tocados sus intereses.
Ante las insinuaciones de que
para parar “el desgaste permanente, la muerte cruzada sería una acción política
osada que repotenciaría y relegitimaría al gobierno, al propio presidente y al proyecto
político”; es necesario, desde luego, si realmente se quiere un amplio dialogo
nacional por la equidad y la justicia social, para fortalecer un proyecto de
transformación social, dejar de lado la exclusión de actores sociales y la
estigmatización de que éstos quieren desestabilizar al gobierno. Es hora de
abandonar la charlatanería revolucionaria y acompañar todas las acciones públicas
y políticas de una profunda identificación con los principios revolucionarios.