viernes, 13 de noviembre de 2015

Las ideas libertarias, lo más importante del proceso independentista


El próximo 18 de noviembre, burócratas de allá y de acá, al conmemorar los 195 años de independencia, resaltarán el canto patriótico y el coraje de Ramón Pinto, José María Peña, Manuel Zambrano, José Picoita, Nicolás García, que junto a hombres y mujeres progresistas, salieron a las calles a respaldar las gestas libertarias de Guayaquil y Cuenca, con la esperanza de construir una patria nueva.

Que el Jefe de Estado no vendrá debido a su agenda, o porque no le gusta inaugurar obras inconclusas; etc., etc. Empero, como cada año en esta fecha, los discursos se llenaran de pasión, sosteniendo la gestión revolucionaria y protegiendo los intereses de los de siempre; mientras el pueblo, el verdadero pueblo, seguirá luchando porque sus derechos no sean conculcados.

Hay quienes hablan de la segunda independencia o de la independencia definitiva; sin embargo, yo me sigo preguntando, cuál independencia, independencia de qué. Si desde la época republicana, para los sectores populares de la ciudad y el campo, los sueños de libertad, democracia y del ansiado buen vivir, siguen postergados.

Quizá lo más importante del proceso independentista, sean las ideas libertarias de Eugenio Espejo, Manuela Cañizares y de los patriotas del 10 de Agosto de 1809 masacrados al año siguiente, ideales que motivaron a todos los pueblos del Reino de Quito a luchar por su libertad. Cabe destacar, que el propio Mariscal Antonio José de Sucre, luego de la Batalla de Pichincha, agradeció al pueblo lojano, su aporte para la liberación de la Gran Colombia.

En esta gala novembrina, las autoridades locales, antes que preocuparse por las tradicionales caricaturas protocolarias, como el ofrecimiento del almuerzo con postre y vino revolucionario, deberían mostrar actos concretos que nos permitan salir del atraso social, económico y político, que al igual que en 1820, desde luego con la distancia histórica, aún padecemos.

No es el momento de escuchar a la burocracia cantar “Patria, tierra sagrada de honor y de hidalguía” al puro estilo de la Marsellesa, mientras el pueblo sigue lamentándose “por sus cruentos martirios y de sus dolientes horas”. Tampoco es el momento de enmendar la Constitución para venerar al caudillo. Es preciso convocar una vez más, al espíritu libertario de los ecuatorianos, para exigir las transformaciones profundas que el país necesita.

 

viernes, 6 de noviembre de 2015

Empatía por una escuela solidaria y una patria soberana



Por prescripción médica y por esos miedos de la edad, en los últimos tiempos, camino, por los menos de la casa al trabajo y viceversa, aunque a veces flaqueo. En una de esas ocasiones que me subo al bus para volver a casa, abarrotado hasta las puertas, observo cómo la gente, al ver entrar una mujer embarazada, gira la cabeza hacia otro lado, para evitar cederle el asiento.
La mayoría de los jóvenes en el bus, como en la calle y en la escuela, siguen digitando sus celulares. ¡Seguro en sus tareas! Afortunadamente hay alguien cuya sensibilidad maternal la mueve y la lleva a hacer algo por la mujer. Empatía en el acto, es decir, esa capacidad para ponerse en el lugar del otro y saber lo que siente o incluso lo que puede estar pensando.
Esa solitaria pero repetida acción en el bus, de negar y aceptar, esa es la empatía que debería movernos a las personas a hacer cosas por los demás. A luchar por una sociedad más justa. Lo cierto, es que necesítanos de esa empatía que dé lugar a una empatía diferente, que exprese y defienda los intereses de los trabajadores y los pueblos, una empatía como un derecho y una demanda de los sectores populares, para construir una Patria solidaria y soberana.
En el ámbito escolar, dicen las colegas psicólogas, la empatía social, entre los miembros de la comunidad educativa, no solo es buena porque promueve la comprensión recíproca, lo es esencialmente para provocar el éxito en la formación integral del estudiantado, es la que permite al profesor trabajar bien en la actividad grupal incentivando el pensamiento crítico, para que los jóvenes sepan cómo actuar en circunstancias problemáticas.
Para cambiar la realidad, para mejorarla, no basta con mirar los problemas del entorno, hay que mirar el propio entorno de otra forma, fijándonos en las necesidades y preparando la alternativa de solución. De nada sirve el sociólogo, el político o el samaritano, “si no es capaz de revelarse ante las injusticias sociales”, si no es capaz de forjar la unidad a la comunidad para el ejercicio de sus obligaciones y en la defensa de sus derechos.
Volvamos a la esfera escolar, la promoción de la empatía trabajada y entendida como solidaridad y compañerismo, aumentará los resultados académicos y disminuirá el acoso y la violencia escolares.